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Evocación romántica de la Francia medieval (dedicado a Abuelita)

Ilis

Participativ@
BASTA YA

Tal como si fuese el aliento de un dragón de leyenda escondido en el lecho del río Aude, la niebla se extiende por la “ville basse” de Carcassonne en los amaneceres de invierno, cruza el puente hacia la orilla derecha y sube la colina para morir a los pies de las altas fortificaciones de la “Cité”.

Allí queda, porque sólo hay dos formas de franquear los tres kilómetros de murallas que rodean la mayor ciudad medieval conservada en Europa. Una, por la puerta Narvonesa, entrada principal al recinto; la otra, por la puerta del Aude, escenario de la película “Los visitantes”. Pero hay que andarse con ojo; igual que sus protagonistas, el turista desprevenido que cruza el umbral entra en el túnel del tiempo.

Carcassonne es un museo de técnicas defensivas medievales al aire libre, cosa que no debe extrañar, dado su largo historial de combates y asedios. Los romanos construyeron en el siglo VI a.C. las primeras defensas, reforzadas posteriormente por visigodos llegados del Danubio.

Los árabes, señores de la ciudad a principios del siglo VIII, resistieron durante treinta años el asedio de Carlomagno, mandados, según la leyenda, por la dama Carcass. Pionera de la guerra psicológica, ella apostó muñecos de paja en las almenas para engañar al enemigo sobre el número de defensores. Cuando los alimentos se agotaron, Carcass mandó soltar el último cerdo, cebado expresamente. El Emperador, creyó que en la ciudad quedaba tanto ganado que incluso escapaba de sus pocilgas y levantó el sitio. La población saludó su retirada con tan gran bullicio y alboroto que dio nombre definitivo a la ciudad: “Carcass sonne”.

Peor suerte corrió el vizconde Raymond-Roger Trencavel, que en el siglo XIII, apoyó a los cátaros y Carcassonne se convirtió en su refijuio y piedra angular del poder feudal en la región del Languedoc, frente al poder Real, hasta que la cruzada papal contra los “bons homes” (buenos hombres), a quienes declaro herejes, acabó con él.

Tras el triunfo, el Tribunal de la Inquisición se instaló en la fortaleza inaugurando una época negra. Para hacerse una idea de sus prácticas, basta acercarse al Museo de la Inquisición, la Tortura y los Castillos Cátaros, situado en el interior de la “Cité”.

En oposición a este, junto a él está el Museo Internacional del Dibujo Animado, alternativa para espíritus sensibles. Disney se inspiró en las cúpulas de las torres de Carcassonne para recrear el castillo de “La bella durmiente”. Estas cúpulas son el elemento más criticado de la restauración realizada en 1844, porque no existian an la fortaleza original. Pero hay que agradecer el empeño del arquitecto y al de Prosper de Márimée, inspector entonces de monumentos históricos de Francia, la salvación de un conjunto arquitectónico excepcional.

La imaginación sufre un ataque continuo cuando se pasea por Carcassonne, en especial al recorrer las lizas (espacio llano entre los muros exterior e interior). Parte de las murallas se asientan sobre la antigua obra romana, jalonadas de torres que, a menudo, acaban en espolón para mejor desviar los proyectiles de los asaltantes.

Caminando por sus calles en dirección al castillo condal, corazón de Carcassonne y antigua residencia de los vizcondes, llama la atención el número de comercios abiertos y de casas habitadas y es que las personas censadas que aún viven en plena ciudad medieval, superan en mucho las trescientas, dando una animación inusual en otras construcciones de la misma época.

Tampoco es extraño encontrar llena de parroquianos la basílica de Saint-Nazaire, de estilo románico y con ampliaciones góticas posteriores. Destaca por el trabajo en piedra de sus rosetones y por las espléndidas vidrieras del “Arbol de Jessé” y el “De la Vida”. También su órgano, uno de los más antiguos del sur de Francia.

Detrás de la iglesia hay un pequeño teatro romano que acoge el festival de verano y la ciudad se vuelve intransitable, mientras que en invierno la visita es sin prisas ni aglomeraciones, en buena compañía y compartiendo un paraguas ocasional. Entonces se comprende la atracción que ejerció sobre los autores del romanticismo. Además, diciembre es el momento de las “forres au gras” de la región. Esos mercados artesanales donde se vende “foie” y demás productos de oca o pato y que son la excusa definitiva para atrapar al visitante en otra época.

A dos pasos de Carcassonne podemos rendir visita en Pennautier, antigua ciudad amurallada con su castillo que sirvió como cuartel general a Simón de Monfort durante la cruzada contra los cátaros. Conques-sur-Orbiel, fortificada en el siglo XIII, los restos del recinto, las puertas, los fosos y la torre del homenaje son básicamente románicos. En Cabrespine, las ruinas del castillo, situadas en alto, ofrecen una hermosa vista del valle que se extiende a sus pies. También merece una visita el Canal du Midi, abierto en el siglo XVII para comunicar el Mediterráneo con el Atlantico, hoy se utiliza para el turismo fluvial.

Para rendir culto a placeres menos espirituales, el pato de Mullard da lo mejor en la mesa, en especial el “foie gras”, el “confit” y la “cassoulet” a base de judías y el pato confitado, todo ello acompañado de buenos vinos y quesos.

Por la vida, ilis
 
Gracias por la dedicación, y de verdad es un gran placer leerte, que tengáis mucha salud y podáis disfrutar y hacernos disfrutar de vuestros viajes . Un abrazo.
 
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