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El camping les da vida

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Avilés. Cientos de personas buscan un verano diferente en Santa María del Mar


Ángel Mares y Marisol García compraron hace 18 años una caravana en la Feria Internacional de Muestras de Asturias. Querían viajar por España con la casa a cuestas, sin rumbo fijo, pero el único trayecto que recorrieron fue de apenas 30 kilómetros, de Gijón hasta Santa María del Mar. Desde entonces, la caravana permanece aparcada en unas de las 230 parcelas que ofrece el camping Las Gaviotas, algo así como un pueblo dentro de otro pueblo en el que casi todo el mundo se conoce. Cerca hay otro, el de Bahínas.

«Es que aquí estamos muy a gusto. Paseamos, vamos a la playa, jugamos a la petanca, charlamos con los amigos, vamos al baile. Estamos todo el día en funcionamiento. La gente es amable y lo pasamos muy bien», asegura Ángel Mares mientras su mujer saca una botella de sidra. «¿Queréis un culín?»

Las caravanas, con una longitud de entre cuatro y ocho metros, están perfectamente equipadas: nevera, fregadero, servicio, agua corriente... El avancé duplica el espacio. Es una especie de porche de lona, cerrado por todos sus lados, en el que se encuentran la cocina, bien amueblada, la nevera, el televisor, la mesa de comedor, una estufa para los días de invierno, el ventilador y todo tipo de enseres.

En la parcela, de 70 metros cuadrados, todavía queda espacio para el cenador, la barbacoa, las bicicletas, las hamacas y otros complementos que convierten la caravana en una residencia de verano, situada en primera línea de playa y con unos vecinos que hace ya tiempo se han convertido en amigos. Muchas están decoradas con flores y con todo tipo de ornamentación. En otra, destaca una jaula con varios pájaros exóticos en su interior. Cada uno a su gusto.

«Esto es mejor que un chalé, y mucho más barato». Además de la parcela, el camping ofrece una serie de servicios. El supermercado, la cancha polideportiva, el restaurante, animación, bailes nocturnos. También hay venta ambulante. El melonero y el pescadero pasan por allí todos los días, ofreciendo, altavoz en mano, sus productos. Como en los pueblos.

Pasar el verano, desde el 15 de junio hasta el 15 de septiembre, en un camping sale por unos 1.300 euros, o lo que es lo mismo, 15 al día. Quienes dejen allí la caravana en invierno -la mayoría- tienen que pagar 85 euros al mes. Durante este período, el camping abre sus puertas de viernes a domingo, así que los clientes disponen de una residencia de fin de semana. Como casi todos son de Asturias o de comunidades limítrofes, pueden disfrutarla durante todo el año.

El caso de Marisol García y Ángel Mares no es, ni mucho menos, una excepción. Los vecinos de Las Gaviotas son clientes fijos, de los que repiten un año sí y otro también. Ángel Valdés y su mujer, Dolores Montesinos, constituyen un buen ejemplo. Son de los veteranos. «Llevamos aquí 19 años. Es otro tipo de vida, y engancha», afirma este mierense, un minero jubilado que recuerda perfectamente su primera noche en el cámping. «Fue el 14 de febrero de 1991, San Valentín. Vinimos a pasar unos días y nos quedamos hasta Nochebuena».

Otros vienen de lejos. Leo Versluis es holandés, y desde hace siete años, veranea en Las Gaviotas junto a su mujer, Carmen Fernández, mierense y emigrante. «Es más económico tener una caravana todo el año que andar de hoteles o alquilando pisos».
Pero no es sólo una cuestión de precio. «Es que preferimos el camping. Aquí te socializas, hablas con la gente, haces amigos con los que mantienes el contacto durante el resto del año. Cuando llegamos, encontramos la caravana llena de banderas de España, de bufandas. Nos la habían decorado, y eso sólo puede sucederte en un camping», afirma Carmen Fernández.

Los que mejor lo pasan son los niños. Mario corretea con su perro Cloe, Izán juega con su hermana, Nara, y con sus primos, Yissela y Mara. ¿O quizá son sus vecinos?, como Carlota y Lucía. Da igual, todo el mundo está con todo el mundo.

Libertad


«Padres e hijos logran su libertad», asegura Iván, el padre de Mario. Junto a ellos están Elena Miguel, su marido Faustino Rodríguez, y la madre de éste, María Luisa. Su caravana es de las grandes, ocho metros de largo. Son de El Entrego, y pasan el verano en Santa María. «Aquí tenemos todas las comodidades, no hace falta más. Y también venimos en invierno. Este año celebramos aquí la Nochevieja, y fue muy divertido», dice Iván.

Isa Chouseiro es gallega. Le delata el acento. «Llevo 15 años en este cámping. Sólo ver este paisaje, merece la pena», afirma mientras señala la playa, con la peña La Ladrona al fondo. Y más importante aún que el paisaje es el paisanaje. «Aquí la gente es muy sociable. Relacionarse es muy fácil, cosa que no sucede cuando te vas a un apartamento o a un hotel. Estamos como en familia».

«Aquí se viene a descansar, a disfrutar de la vida al aire libre, sin horarios». Lo dice Araceli Hernández, aunque podría haberlo dicho cualquier cliente del cámping. Todos destacan el ambiente cordial, las ventajas de vivir al aire libre, la sensación de libertad y las comodidades que ofrece el camping. Un lujo.


publicado en: http://www.elcomerciodigital.com
 
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