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encuentran en una pequeña capilla del
dedicada a
y su éxito se fundó en la
adquisición de las reliquias de San Remigio en 687: con posterioridad las donaciones de los
creyentes abundaron. Al llegar al
la abadía poseía cerca de setecientos dominios y quizá
era la más ricamente dotada de Francia. Parece probable que sacerdotes secualres fueran los
primeros guardianes de las reliquias, pero les sucedieron los
Desde
a
los
En esta abadía
recibió
al
En
el abad Aviardo emprendió la tarea de reconstruir la iglesia de Saint -Remi y durante
veinte años el trabajo fue desarrollándose ininterrumpidamente, antes de que la bóveda se
derrumbara, sin duda por insuficiencia de
El abad teodorico erigió la
magnífic
que se conserva que el papa
consagró en
y a la que se
concedieron numerosos privilegios. La biblioteca de la abadía y sus escuelas tuvieron tan alta
reputación que el papa
escribió una carta de recomendación al abad Pedro, que
sobrevive.
Los arzobispos de Reims y varios príncipes,
hermano de Carlomagno, Enrique de
Orleáns († alrededor de
, y los reyes
y
fueron enterrados en el
monasterio.
Entre los ilustres abades posteriores, todos seleccionados entre la alta nobleza, pueden
mencionarse: Enrique de Lorena (1622-1641), quien adscribió la abadía a la Congregación de
San Mauro; Jean-Nicolas Colbert (1665), más tarde arzobispo de
Charles Maurice Le
Tellier (1680-1710); y Joseph de Rochechouart, nombrado abad por el rey en 1745.
Sufrió daños durante la
de
El
torre
norte y de lo alto de la fachada, a partir del rosetón, las bóvedas de la nave fueron reemplazadas
por falsas bóvedas en madera, así como la elevación de un nuevo mausoleo. Con ocasión del
14.º centario del bautismo de Clodoveo, en
se realizó la caja en bronce dorado cerrado en
el mausoleo. Se rehicieron «la corona de luz», símbolo de la
y por lo tanto las
96 bujías que evocan la duración de la vida de san Remigio.
El
de
se lanzaron obuses alemanes sobre la
basílica, el techo se incendió y se fundió, las falsas bóvedas en
madera y yeso quedaron aplastadas a todo lo largo de la nave y
una parte del crucero. Las paredes quedaron perforadas, el
suelo cubierto de ruinas y sólo quedaban las transmisiones
del
Fue en
uando la basílica se vio dotada
de nuevo de un gran órgano del
Los daños se vieron empeorados por las inclemencias
del invierno, que desmoronaron los lados meridionales, en abril
de 1919, mientras que la lluvia y la tormenta abatieron el frontón
septentrional del crucero en 1920.
