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Este tratado de partición oceánica presenta la gran novedad de que por
primera vez se establece una frontera que divide tanto el mar como la
tierra, suponiendo además una nueva concepción de división territorial que
va a determinar la actual configuración de América del Sur.
Este mismo día, y también en Tordesillas, ambas potencias firman otro
tratado que resuelve todos los litigios que, desde tiempo atrás vienen
manteniendo ambos reinos acerca de los espacios e intereses africanos y
que
justifican
y
complementa
al
tratado
oceánico.
En el tratado africano, portugueses y castellanos dividen el reino de Fez
para futuras conquistas y regulan los derechos de pesca y navegación por
las costa atlántica africana, asegurándose los castellanos los territorios de
Melilla y Cazaza y la pesca hasta el cabo de Bojador, así como las
operaciones de asalto a esos territorios, desde Bojador hasta el Río de Oro.
El pacto africano tendrá para Castilla un valor extraordinario ya que hacía
apenas dos años que los Reyes Católicos habían concluido la Reconquista, con
la anexión de Granda y ese acuerdo con Portugal, delimitaba la zona de
futura conquista y expansión del cristianismo hispano frente al Islam en el
norte de África, objetivo prioritario de la monarquía española.
El acto final de las negociaciones se llevó a cabo sin la presencia de los
reyes, los cuales habían delegado sus poderes en unos procuradores
plenipotenciarios.
Aunque los acuerdos firmados el día 7 de junio eran firmes porque los
procuradores tenían plenos poderes, ambas partes decidieron darse un
plazo prudencial para que fuesen ratificados por sus respectivos monarcas:
50 días para el Tratado Africano y 100 días para el Tratado Oceánico, ya
que se hacía necesaria una espera para saber lo que hubieran descubierto
hasta el 20 de junio los navíos castellanos que navegan por el Atlántico. Los
Reyes Católicos ratifican el tratado en Arévalo y Juan II en Setúbal.
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