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realiza un espectáculo de luz y sonido, que no merece la
pena, pero si dispone de un parking gratuito, con bastantes
plazas libres, y desde allí hasta el pueblo son unos 10 minutos
andando, con lo cual si había plaza libre ya sabíamos donde
tocaba aparcar.
La suerte nos sonrío y conseguimos meter el coche en un
hueco de un paisano que se iba. Andando por la carretera
con un poco de cuidado, por aquello de los coches que
intentan llegar al mismo centro urbano, o bien que no les
queda más remedio que seguir adelante por estar el
parking lleno en pocos minutos llegamos al inicio de la cuesta
que lleva al centro de Aux les Bains.
Las casas han sido reconvertidas en tiendas, todo el pueblo
son tiendas, donde te venden desde camisas de hilo, a toallas
de puro algodón natural, pasando por minerales, piedras y
fósiles y como no, terrazas para apaciguar la sed de la tarde
o heladerías con un surtido de sabores que no te puedes
llegar a imaginar que existieran.
Subiendo por las estrechas callejuelas, llenas de gente y
haciendo igual que los demás, paradita aquí y paradita allí,
foto que te hago, foto que me haces, llegamos a la parte alta
donde se encontraban los restos del castillo. Vimos los precios
en taquillas, y nos echaron un poco atrás, 13,00 € por
adulto, y con el buen sabor de boca que nos dejo el castillo de
Tarascon, decidimos gastarnos el precio de la entrada en
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