Webcampista.com

mucho más que un foro

Tierra de viñedos y monumentos

Ilis

Participativ@
BASTA YA

Una línea entre el mar de vides que es el Ebro y llega hasta el acantilado de la sierra de Cantabría, resume el camino que va de Labastida a Laguardia-Biasteri. Pequeñas islas urbanas salpican el paisaje. Las más vistosas encaramadas sobre altozanos que les dan un aire entre fiero y acogedor. Un eco de cuando esta estrecha franja de tierra era conocida como la Sonsierra navarra, avanzada defensiva del frente al empuje árabe o cristiano, según los avatares de la historia.

La Rioja alavesa es universal por la etiqueta que lucen las botellas de su afamado vino. Pero sin olvidar la ruta de las bodegas, esta tierra da mucho más de sí: paisajes, pueblos que fueron ciudades de arquitectura y gentes con un estilo de vida que engancha.

Por empezar en uno de los dos extremos, Labastida es el pueblo de La Rioja con más blasones de piedra adornando sus calles. El caserio trepa por un cerro coronado por la iglesia de la Asunción. Su torre barroca es atalaya y punto de referencia para todo el entorno. A su lado está la ermita del Santo Cristo, con una portada que merece el esfuerzo de la severa cuesta.

Labastida es un pueblo animado y animoso. Una amplia población flotante hace de él lugar para las vacaciones y fines de semana. Buen yantar donde lo mejor de la mesa son las costillas de cordero, menestra a de verduras, patatas a la riojana y pochas con codorniz y mejor beber, a ser posible directamente en bodega.

Entrando en materia vinícola, próxima a Labastida, la granja de Nuestra Señora de Remelluri, levantada según el estilo de los “chateaux” bordeleses en la finca del convento original, elabora uno de los vinos tintos más prestigiosos de La Rioja.

Camino de Elciego, un desvío corto nos lleva a Santa María de la Piscina, cerca de Avalos, joya del románico del Ebro. Si uno se asoma por estas tierras en Semana Santa, no debe olvidar “los picaos” de San Vicente de la Sonsierra, esos penitentes que se someten al rito de azotarse con madejas de lana sin desbastar hasta sangrar.

En Elciego nació el rioja de la mano del marqués de Riscal, hombre avispado que revolucionó el mundo del vino. Su bodega es una catedral del subsuelo, un laberinto repleto de añadas. Pero Elciego muestra otros encantos: una plaza Mayor de buen porte, casonas de piedra sillar y la iglesia renacentista de San Andrés.

Laguardia-Biasteri debería escribirse con mayúsculas. Su nombre predice la muralla que aún la rodea en buena parte y el castillo que socumbió a la piqueta. Hay al menos dos Laguardias. Una bajo tierra, verdadera topera vinícola que horada el cerro en que se asienta la ciudad. Y sobre ella, una ciudad monumental de primer rango.

Cinco puertas franquean el paso de la muralla. La más rotunda es la de San Juan. Perdida su razón de ser, los gruesos muros se integraron a las viviendas colindantes, provocando el efecto curioso de la multitud de ventanas que se abren en ella. Laguardia conserva inalterado el antiguo trazado medieval de sus calles. Un trozo de historia urbana todavía vivo, en uso. Restaurantes y comercios abren a lo largo de sus calles. Pasear por ellas es un festín de palacios y casonas góticas, renacentistas o barrocas, nobles unas y populares otras. Y está Santa María de los Reyes, con su pórtico policromado.

Aún se puede profundizar más en el pasado. Cerca de Laguardia está el yacimiento de La Hoya, poblado de la Edad del Bronce con restos arqueológicos magníficamente conservados.

Hay lugares que ya nadie quiere, y Labreza es uno de ellos. Aunque fue un importante lugar defensivo, ahora es sólo un diminuto casco que ciñe una desvencijada muralla con fama de inexpugnable en otro tiempo. Si cae la tarde, acercarse a Labraza es un buen final de ruta.

Por la vida, ilis
 
Arriba
© 2004-2024 Webcampista.com