117 se les recluía en un bloque de castigo (strafblock) y se les identificaba en las piernas y en la espalda con un disco blanco con un punto negro, de ese modo se veía desde todos los lados que pertenecían al citado bloque. El panorama nada más llegar era desolador y lo que le esperaba no era mejor. Trabajo hasta la extenuación, hambre hasta morir, brutalidad, crueldad y sadismo. Las interminables jornadas de trabajo comenzaban en verano con la diana de las 4:00 de la madrugada. A las 5:00h se hacía el recuento de presos en el patio y a las 6:00h se comenzaba a trabajar en los campos anexos a Dachau. Entre las 12 y las 13 horas, debían volver al campo, comer y retornar al trabajo. La explotación laboral seguía entre las 13:00h y las 19:00h, hora en la que retornaban al campo y volvían a formar en el patio para un nuevo recuento. En invierno se atrasaba una hora la diana y se finalizaba la jornada cuando se ocultaba el sol. Como puede verse, las jornadas de trabajo diario superaban las 11 horas, motivo por el cual no tenían casi tiempo para el descanso físico. Todo esto sumado a una alimentación escasa y deficiente provocaba lo que se conocía como “exterminio mediante trabajo”. Para que os hagáis una idea, el desayuno consistía en agua negra al que llamaban café y un mendrugo de pan y la ración para la comida era una sopa aguada sin nada sólido; para la cena no tenían nada. Se dieron casos como el de Escuer de una pérdida de peso de más de 25 kilos en tres meses. Se calculaba que con el régimen alimenticio que llevaban durarían de seis a nueve meses. Cuando ya no aguantaban más, los cuerpos caían desplomados, inertes, bien durante una revista en el patio, o de camino al lugar de trabajo. Aquellos que no morían de hambre, pero quedaban incapacitados para trabajar por la escasez de fuerzas, eran llevados a Hartheim, un castillo austriaco cerca de Linz donde los nazis habían montado en 1940 un centro de exterminio. Allí eran ejecutados en la cámara de gas. De esta forma murieron más de 3.000 personas. Hasta el inicio de la guerra, casi todos los presos trabajaban en, por y para el campo. Ellos construyeron las distintas ampliaciones que hubieron de hacerse ante el aumento de reclusos en Dachau. Iniciada la contienda bélica, se crearon 36 subcampos de concentración alrededor de las fábricas de armamento bélico que la SS tenía diseminadas por toda Baviera, de esa forma se aprovechaba la mano de obra esclava para aumentar la producción en las mismas. La administración de estos pequeños subcampos dependía de Dachau. En estos campos anexos trabajaban aproximadamente 37.000 presos. Las empresas privadas también usaban prisioneros para trabajar en sus fábricas (la película de Steven Spielberg “Lista de Schlinder” lo refleja magistralmente). Cuando el preso enfermaba o quedaba incapacitado para trabajar por desfallecimiento era devuelto al campo y sustituido por otro. Esto, la mayoría de las veces, equivalía a su pena de muerte. Si conseguía salvarse de la ejecución, se le castigaba dándole la mitad de alimentos que al resto de sus compañeros, lo que agravaba aun más su ya, de por sí, deficiente estado de salud. Esto los hacía proclives a todo tipo de enfermedades. A diario más de cien presos morían por este hecho. En diciembre de 1944 se llegaron a contabilizar doscientas muertes diarias por una epidemia de tifus. En los últimos cuatro meses de guerra murieron más de 13.000 personas. Los presos eran castigados de forma brutal; los guardias aplicaban sus propias leyes y juzgaban por sí mismos las supuestas faltas de los prisioneros. Bajo el lema de Eicke “Ser tolerante significa ser débil” a los presos se les castigaba por la más mínima nimiedad. Un botón de una chaqueta perdido, una respuesta equivocada o la suciedad del barracón acababan con la pena de 25 azotes con un cable eléctrico forrado de caucho sin que hubiera desmayo, si osaba desmayarse, se iniciaba de nuevo la cuenta. Otras crueldades aplicadas consistían en colgar al preso en un árbol durante varias horas, dejarlo de pie varios días a la intemperie en el patio, encadenarlo a un poste hasta que desfallecía o privarlo de la comida. Pero la más radical era la muerte. Los propios guardias del campo proporcionaban una soga al preso para que él mismo se colgara. No pocos preferían esta forma de muerte rápida antes que la lenta tortura de los otros castigos. El campo de concentración de Dachau también sirvió como centro de experimentación médica con los prisioneros, eran utilizados como cobayas. Bajo el pretexto de mejorar las oportunidades de supervivencia de los soldados alemanes en la batalla, “prestigiosos” médicos afines al régimen nazi realizaron pruebas de todo tipo. El Dr. Claus Schilling, especialista en medicina tropical, infectó a 1.100 presos con el virus del paludismo para tratar de buscar métodos de inmunización contra esa enfermedad. Días antes de
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