141 sigue tocando su guitarra el cantautor bábaro que se parece a Labordeta. Ahora son las canciones de Abba y de Tom Jones las que son bailadas y jaleadas por los allí presentes. Todo su afán es que los sonrosados alemanes canten y coreen cada acorde de guitarra y de harmónica, y vaya si lo consigue; entre cantante y lugareños hay más compenetración que en un concierto de Bisbal, y es que el tío es un hombre-orquesta como Dios manda. Diez minutos después decidimos que para nosotros el show ha terminado. ¡¡¡Aquí paz y después gloria!!! Contentos como los niños en el día de Reyes, bajamos la ya atestada calle pensando para nuestros adentros: ¡¡¡como se lo pasan los jodíos estos, eh?!!! La “currywurst” ha dejado huella, tomamos nota de la receta para hacerla en casa. (Dos rincones de Füssen) De regreso a la autocaravana, a Javi se le presenta un duro enemigo: La sed. Como no puede aguantar los escasos 20 minutos que nos separan de la autocaravana, le compramos una botella de agua, ¡¡¡y Dios, resulta ser el peor brebaje desde la existencia de la Tónica Finley!!! La cuestión es que la botella es de agua con gas y sabe a rayos, así que directamente el agua con gas pasa a mejor vida en una papelera que nos encontramos cerca de la tiendecita donde la hemos adquirido. Por aquí lo normal es consumir agua mineral con gas, así que cuidado al comprar; nosotros nos equivocamos dos veces a pesar de que las botellas dicen que el agua es natural, lo mejor es preguntar en caja si la botella es sin gas (“¿ohne Gas?”). Por cierto, aquí hemos podido comprobar que la leyenda sobre el precio de la cerveza en Alemania era cierta: es casi más barata que el agua. En ese aspecto los alemanes demuestran un grado de civilización extraordinariamente superior al nuestro... Podríamos estar un rato hablando también de las virtudes de la cerveza alemana, pero no es el objeto de esta narración y por tanto continuamos con el relato de lo acontecido. Al llegar a la autocaravana, ordeno mentalmente los momentos vividos hoy y los paso a la libreta de apuntes y al rutómetro. Le echo un vistazo a las anotaciones de lo que veremos mañana, descargo las fotografías en el portátil y cargamos las baterías de las cámaras de fotos. Es el momento en el que la melancolía se apodera de nosotros. Sólo recordar que ya estamos acabando el viaje por este año nos llena de nostalgia. Habrá que ir pensando en el del año que viene para que se pase la pena. Mientras aquí ya es noche cerrada, en España aun es de día. La llamada a casa nos deja con la tranquilidad de que todo va bien. Cena rápida y damos por finalizado el día. Glorioso día, si señor.
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