15 A esta señal, los soldados responden abriendo fuego contra tres grupos de hombres durante, al menos, cinco minutos ininterrumpidos. La ametralladora situada en uno de los graneros aniquila uno tras otro a todos los que allí han sido recluidos. El mismo Heinz Barth, el oficial que está al mando del destacamento, mata en menos de un minuto a una decena de hombres. Los que aun viven son rematados sin piedad, mientras, un grupo de soldados encienden teas para quemar las pilas de cadáveres y de heridos que siguen mostrando signos de vida. En los distintos garajes y graneros del pueblo son ejecutados uno tras otro, y sin compasión, los que allí han sido encerrados. Mientras tanto, las mujeres y niños en la iglesia, escuchan los ametrallamientos y se produce una locura colectiva. Los lamentos, lloros y ataques de histeria se apoderan de todos los allí presentes. Todos tienen el convencimiento de que ellas y los niños no correrán mejor suerte que los hombres. De pronto, la puerta de la iglesia se abre. Las mujeres gritan de alivio creyendo que serán liberadas. Nada más lejos de la realidad. Dos soldados entran en la iglesia y arrojan al suelo bombas incendiarias que no tardan en explotar y prender. La iglesia arde en llamas con las puertas y ventanas cerradas. Las mujeres, como pueden, echan abajo la puerta de la sacristía, pero al otro lado los alemanes han instalado una ametralladora con la que comienzan a matar a las mujeres y niños que tratan de salir de la iglesia en llamas. Otras ametralladoras disparan contra las ventanas por donde otras mujeres y niños tratan de escapar. Al cabo de unos minutos los gritos y gemidos cesan. Alrededor de las 17:00h el techo se derrumba sepultando a todos los que hay en su interior. El horror que allí se vive es indescriptible. Es el infierno en la tierra. Sólo una mujer, Marguerite Rouffanche, logra salir con vida milagrosamente por una ventana de la iglesia. Dentro deja los cadáveres de sus dos hijas y su nieto al cual intenta sacar con ella sin conseguirlo. Allí dentro yacen 454 personas, 207 son niños menores de 14 años, uno tiene sólo ocho días. Aquí no acaba todo, el ensañamiento sigue. Tras la matanza de la iglesia asaltan casa por casa matando ancianos e inválidos que no se presentaron en su momento. Al caer la tarde, las tropas alemanas comienzan a cargar en camiones los cadáveres que fueron apilados anteriormente. Los cuerpos son cubiertos con maderas y paja y son rociados con gasolina para, posteriormente, ser quemados (fueron quemados todos los muertos. Sólo fue posible identificar 52 cuerpos). Una vez terminada esta macabra tarea, los tanques hacen su labor demoledora, arrasando todos y cada uno de los edificios. Para finalizar, incendian todo el pueblo, destruyendo un total de 328 edificios (casas, talleres, garajes, tiendas, escuelas, restaurantes, la estación y la iglesia). Todo sucede en tres infernales horas. Una vez acabada su terrible labor, los soldados se disponen a celebrarlo bebiendo el vino de las bodegas del pueblo y cantando toda la noche. La cifra de muertos es conmovedora: 642 personas son asesinadas sin haber estado implicadas en la Segunda Guerra Mundial, entre ellas, 18 españoles de los cuales, nueve son niños. Sólo cinco hombres y una mujer logran escapar de la masacre. Seis supervivientes son los únicos testigos. En un corto y escueto informe, los oficiales de las SS reportan a sus superiores el éxito de la misión. Al día siguiente, el 11 de junio de 1944, el oficial de las SS Kämpfe, que había sido secuestrado por la Resistencia francesa días antes de la masacre de Oradour, es encontrado muerto en una cuneta. En marzo de 1945, cuando el Tercer Reich agonizaba, el general Charles de Gaulle, visitó las ruinas de Oradour. Mediante decreto, el gobierno francés decidió preservar las ruinas del pueblo como muestra de la barbarie y las calamidades de la guerra. Oradour-sur-Glane no fue reconstruido. Los franceses dejaron el pueblo en ruinas para que el mundo fuese testigo de la monstruosidad cometida. Lentamente, la naturaleza lo cubrió de verde y le dio el aspecto que hoy tiene. Desde entonces Oradour es el Pueblo Mártir y está reconocido como monumento francés. Una placa a la entrada del pueblo en ruinas así lo atestigua. Nueve años después, en 1953, comenzó el juicio contra los asesinos de la división Das Reich, o mejor dicho, contra algunos de ellos ya que la mayoría habían desaparecido, huido o muerto. Fueron juzgados los 22 supervivientes que habían perpetrado la matanza, 14 voluntarios
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