Alemania y Praga, un viaje por el patrimonio de la humanidad

Viajes por Europa (IV parte). Alemania y Praga: Un viaje por el Patrimonio de la Humanidad 112 El segundo ataque Pero la pesadilla no había hecho más que comenzar. A la una y media de la madrugada del día 14, cuando nada lo hacía presagiar, surgió del cielo la segunda oleada de bombarderos. La sorpresa de los sobrevivientes y socorristas que acudieron desde otras poblaciones cercanas, se transformó en pocos minutos en miedo pavoroso. La falta de electricidad impidió que sonaran las alarmas. Otros 550 aviones Lancaster, Liberators y B17, precedidos de los aviones iluminadores, señalaron la ruta para lanzar las bombas incendiarias. Esta vez, el resplandor de la ciudad en llamas era visible desde más de 300 kilómetros de distancia. Y para más inri, los 18 aviones alemanes de caza nocturna en alerta a pocos kilómetros, no llegaron a despegar por falta de combustible y problemas en las comunicaciones, pues la aviación inglesa se encargó de interferir sus sistemas. En los dos ataques aliados intervinieron 1.400 aviones, que lanzaron un total de 1.477 toneladas de bombas explosivas, incluyendo 529 bombas de 2 toneladas y una de 4 toneladas; en cuanto a las incendiarias, fueron 650.000 bombas, con un peso de 1.181 toneladas. Todo un derroche para una ciudad repleta de civiles. Entre tanto, Dresden vivía el apocalipsis: los incendios devoraban las entrañas de la ciudad, vomitando fuego al cielo como si quisiera devolverle la ofrenda de muerte recién recibida. En el Imperial War Museum de Londres se guarda una película que muestra, durante 10 minutos, cómo el avión con la cámara da vueltas por la ciudad sin recibir ningún tipo de oposición: no hay reflectores, ni fuego antiaéreo, ni cazas interceptadores. No se ve nada más que fuego y destrucción. La proterva ciudad de Dresden, de estirpe y noble prosapia, estaba siendo reducida a cenizas; se había convertido en un infierno en el que ardían decenas de miles de seres humanos.

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