Viajes por Europa (IV parte). Alemania y Praga: Un viaje por el Patrimonio de la Humanidad 124 Karlův Most (Puente Carlos) 515 metros de largo, 10 metros de ancho, 16 arcos, dos torres en la orilla de Malá Strana, barrio que da acceso al Castillo y una impresionante torre gótica que es la entrada al barrio de Staré Město y que formaba parte de la antigua muralla que rodeaba Praga. Esas son las frías cifras del puente más famoso de Praga y uno de los más bellos de Europa. Y para añadir más números al asunto, sobre uno de los muros del puente, una cifra: 135797531. Este número capicúa es el resultante de unir las cifras del año en el que se colocó la primera piedra, 1357; el día que se puso, 9; el mes, 7 y la hora, 5:31. Un vidente de la época predijo que el puente debía ser construido a partir de esa fecha para que trajese suerte. Ya se sabe que, por entonces, lo misterioso y lo real solían ir de la mano. Cuando a comienzos de la Edad Media la Praga que nacía en el actual barrio de Staré Město, y su Castillo empezaron a crecer independientemente, a los praguenses se les presento un problema: el Moldava y su ancho cauce. La comunicación entre ambas orillas era complicada, y se imponía por tanto la construcción de un puente que uniese ambos barrios. De entonces nació el Puente Judith, pero casi cuatro siglos más tarde, en 1342, una crecida del río se lo llevó por delante. Llegaba el momento de construir un nuevo enlace pero tan sólido que resistiera la furia desatada del Moldava. Para conseguir mayor solidez, cuenta una leyenda que los arquitectos encargados de la obra pidieron a los praguenses que trajesen huevos para añadir la yema al mortero que servía para unir los bloques de piedra; la finalidad no era otra que incrementar su consistencia. De toda Bohemia llegaron toneladas de huevos para la obra, y también de un pueblo que los mandó ¡¡¡duros!!! temiendo que durante su transporte hasta la capital se rompiesen. Al parecer, hoy en día aun se comenta la anécdota entre los vecinos de Praga. Después de varias décadas, el puente pudo ser terminado gracias a su mecenas, el Emperador Carlos IV, pero tanto se tardó en acabarlo que murió antes de ver finalizada su obra. Llamado originalmente Kamenný Most (Puente de Piedra), varios siglos después, en 1870, para hacer justicia al empeño que puso su benefactor, la ciudad de Praga le puso su nombre, pasando a llamarse desde entonces Karlův Most, o Puente de Carlos, como es conocido por nosotros.
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