Viajes por Europa (IV parte). Alemania y Praga: Un viaje por el Patrimonio de la Humanidad 125 Y a todo esto, hay que decir que se mantiene en pie a pesar de que durante siglos soportó inundaciones, guerras y el incesante tráfico de vehículos sobre él. Como curiosidad, baste decir que hasta hace pocos años circulaban coches y camiones, aunque el bellísimo puente está prácticamente intacto gracias a la ingeniería medieval empleada en su construcción. Cuando lo pisamos por primera vez, y a estas alturas de tarde, el Puente Carlos es una aventura de “Al filo de lo imposible”. Un enjambre de cuerpos ocupa cualquier rincón del puente. Músicos sentados en el suelo, músicos tocando de pié, pintores al óleo sentados en sillas del Decathlon, caricaturistas exagerando la papada de un orondo italiano que sonríe ante la mirada de sus dos hijas, vendedores de cuadros falsificados, vendedores de postales trucadas con el Photoshop (en verano no hay nieve en Praga, lo juro), vendedores de sueños, de humo… También hay algún que otro mendigo (los menos) tumbados en cualquier sitio donde no estorbar escondidos tras una cerveza Pilsner Urquell, caza carteras apostados en cualquier rincón esperando poder birlarle la billetera al fanfarrón que saca un billete de 500€ para comprar un “pongo” del Puente Carlos que sólo vale 3€. Hay que tener cuidado de no pisar a nadie, de no tropezar con nadie, de que no te roben la cartera, de que no te roben los sueños.
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