Viajes por Europa (IV parte). Alemania y Praga: Un viaje por el Patrimonio de la Humanidad 130 LAS TORRES DEL PUENTE CARLOS EN MALÁ STRANA Las dos torres que flanquean el Puente Carlos en el barrio de Malá Strana se pueden visitar si uno tiene ánimo para subir escalones ya que es el único modo de acceder a su azotea, desde donde imaginamos, se obtendrán unas vistas increíbles de la ciudad. Al pie de la Torre espera aburrida la dispensadora de tickets. La mujer, medio somnolienta, se alegra al vernos dado que a esta hora de la tarde ya no se esperaba recibir a demasiados turistas. El precio de la subida es de 70 Kč (2,80€) para los adultos y de 50 Kč (2€) para los niños. El pago es obligatorio hacerlo en coronas checas, no admiten el euro. Por más explicaciones que nos da la buena mujer no conseguimos entender el porqué no lo admiten si en todos los comercios de la ciudad sí lo hacen, pero llegamos a la conclusión de que al ser un Monumento del Estado, y no ser el euro su moneda oficial, no permiten el pago en nuestra moneda. Todo esto son elucubraciones nuestras, porque como ya os hemos dicho, no entendemos lo que nos dice. Con una sonrisa como ánimo subimos los empinadísimos y estrechos escalones de madera que nos separan de una prometedora y extensa visión de la ciudad. Cuanto más subimos, el calor se hace más latente. Pero no os asustéis, en pocos segundos se llega a la primera terraza, justo sobre el arco que une el Puente Carlos con Malá Strana. Aun siendo buenas vistas, si se quieren tener aun mejores hay que seguir el ascenso. Tal deseo incentiva aún más la subida hasta la cima de la torre para comprobar la excelencia de las vistas desde allí arriba. Otra escalera angosta de madera nos guía ahora desde la primera planta hasta los peldaños que culminan en la terraza desde donde tenemos las mejores imágenes posibles del puente y sus aledaños. Una alfombra de tejados y el maravilloso Puente Carlos queda a nuestros pies. Desde aquí arriba, los detalles decorativos del Puente Carlos impresionan por su belleza. Se aprecia la ligera curvatura que posee el puente y de la que uno no es consciente a pie de campo. La secuencia infinita de figuras religiosas, los músicos, los pintores… Inma dice que es un verdadero desafío para el vértigo. Juro que exagera. Como suspendido en el firmamento, se ve cómo el Barrio del Castillo espera impaciente nuestra llegada. La corta visita a la torre ha merecido la pena.
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