Viajes por Europa (IV parte). Alemania y Praga: Un viaje por el Patrimonio de la Humanidad 135 La Catedral de San Vito está construida en el siglo XIV sobre una antigua basílica románica. Este impresionante templo no fue acabado hasta el siglo XX, y en su maravilloso interior nos llaman la atención las vidrieras, las bóvedas ojivales y la tumba del patrón de Bohemia, San Juan de Nepomuceno, realizada en plata. No nos da tiempo ver más. Comienzan a avisar con gestos amables que hay que ir terminando la visita. Y allá por donde mal entramos, salimos, con ganas de haber visto mucho más. Ya habrá otra oportunidad. Como la subida al castillo me han dejado extenuado, con una espalda y unos huesos doloridos que ya no son míos, decidimos sentarnos en los bancos de madera de un pequeño jardín y contemplar Praga en medio de una paz absoluta. Desde el Castillo, Praga no parece real, si no una ciudad imaginaria montada con diminutas piezas como las construcciones de Lego. En esta maqueta a escala mínima, el Puente Carlos, esa lengua de más de medio kilómetro con ansias de deglutir a quien la pisa, es apenas una raya empedrada de escasos centímetros bordeada de pequeñísimas estatuas que culminan su recorrido en la calle Karlova en Staré Město. Desde esta atalaya, los tejados rojos de los edificios se desvanecen como una pincelada fugaz en un horizonte semiazulado. Al fondo se ve la cúpula de la Ópera de Praga, imponente y tremendamente bella. Desde aquí, los tejados de Praga confieren a la ciudad una magia indescriptible.
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