Viajes por Europa (IV parte). Alemania y Praga: Un viaje por el Patrimonio de la Humanidad 167 Una recomendación si me lo permitís. Antes de cruzar el Steinernebrücke, daros un paseo por la isla que forma el Danubio con sus dos brazos y veréis que la vista que ofrece esta orilla a media tarde no tiene precio. Veréis cómo Regensburg bulle bajo los pies de la magnífica catedral, del propio Steinernebrücke o de la torre sur del puente mientras las terrazas del muelle se llenan de turistas deseosos de merendar en alguno de sus restaurantes o de realizar una excursión por el río en un barco turístico. Y es que la ciudad merece una visita más allá de los lugares históricos y artísticos. Pasear por cualquiera de las orillas del Danubio bajo este tibio sol proporciona una panorámica impresionante. Hecha esta salvedad, y una vez cruzado el puente, giramos a la izquierda y llegamos a la Historische Wurstküche, un famosísimo restaurante especializado en salchichas a la brasa acompañadas de col desde hace más de 800 años. Para nuestra desgracia, está repleto de gente y no hay mesa. Dado que queremos ver la cuidad, optamos por volver cuando acabemos la visita. Regensburg es una ciudad con sabor a tradición antigua. Es de esas ciudades agradables para pasear. Para encontrar sus encantos, hay que caminar, ya que tiene el esplendor de su historia forjado en su fisonomía urbana. Como dijimos antes, cuando recorres sus callejuelas, sientes que, a cada paso, retrocedes siglos en el tiempo. Las antiguas mansiones; el palacio de los príncipes de Thurn und Taxis; las torres medievales; los edificios de tejados muy inclinados; las fachadas coloristas dispersas por toda la ciudad, típicas en muchos pueblos italianos aunque nos encontremos en Alemania, denotan lo que alguna vez fue y sigue siendo.
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