Alemania y Praga, un viaje por el patrimonio de la humanidad

Viajes por Europa (IV parte). Alemania y Praga: Un viaje por el Patrimonio de la Humanidad 181 Resumiendo, que Passau me gusta. No sólo por las formidables casas y por las iglesias barrocas que hay en la ciudad vieja; por los restaurantes donde el olor a barbacoa impregna a los parroquianos que charlan o pasean por las pequeñas callejuelas que bordean el Danubio; por las mansiones de dueños adinerados con bellísimas pinturas en sus fachadas y con no menos bellos coches en la puerta; no sólo me gusta por el bullicio de su animada Rathausplatz, donde restaurantes de comida típica alemana, compiten entre sí por llevarse turistas a sus mesas; no sólo me gusta por la majestuosa Catedral de San Esteban cuyo interior de enormes dimensiones alberga el mayor órgano del mundo con más de 17.000 tubos y 233 registros musicales y donde al oírlo sonar, el templo gana en majestuosidad; me gusta Passau no sólo por el histórico Castillo/Fortaleza de Oberhaus que corona la ciudad en la colina Ilzstadt y que tuvo a Napoleón como dueño en 1809; no sólo me gusta porque perderse en sus callejones y sus calles empinadas, más que un contratiempo, es una bendición que te permite descubrir muchos rincones que no vienen en las guías de viajes pero que resultan muy atractivos. Rincones donde se respira un ambiente nostálgico. Passau me gusta por eso y por mucho más, pero sobre todo por su gente. Por su amabilidad, porque revuelven una pequeña tienda de ultramarinos para conseguirnos una botella de agua sin gas, porque este tipo de gente son una fuente inagotable de inspiración para contar historias y reflexionar sobre ellas: y es que, en mi caso, uno no sólo viaja por ver cosas y sentirlas, también para reflexionar, para captar instantes sobre los que meditar y aprender. Porque he llegado a la conclusión de que en realidad la mejor ciudad, el mejor pueblo, el mejor lugar es el que tiene mejores personas. Se trata de que te hagan sentirte bien cuando estás de viaje, de vacaciones, se trata de que te traten como a una persona, como un invitado y no como a un número de turista para las frías estadísticas. En definitiva, y para que más explicaciones, que Passau me/nos ha encantado. No sé si os habéis dado cuenta. Con un bochorno demoledor, abandonamos la ciudad pasadas las 16:00h. A medio camino, más o menos a la altura de Landshut, nos cae una tromba de agua de las que dan miedo. Al pasar por Munich tenemos que parar un par de veces porque no se ve más allá de diez metros. En los carriles que van dirección Regensburg, una balsa de agua provoca un atasco kilométrico, por fortuna, el drenaje de nuestro carril ha evacuado bien todo el agua. A pesar de la lluvia, el camino nos regala paisajes montañosos en los que las rocas desnudas parecen precipitarse, y bosques de pinos se desperdigan por las laderas, alguno de ellos inclinándose en dirección a los lagos y a los ríos, como si avanzaran para sumergirse sus aguas.

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