Alemania y Praga, un viaje por el patrimonio de la humanidad

Viajes por Europa (IV parte). Alemania y Praga: Un viaje por el Patrimonio de la Humanidad 197 Este coqueto palacio, conocido pomposamente como “El pequeño Versalles” era la residencia preferida de Luis II de Baviera. También fue la única construcción que se terminó en vida del Rey. Él falleció en el Lago Starnberg en 1886 y Linderhof se acabó ocho años antes. Situado en el valle de Graswang, el Palacio de Linderhof se alza suntuoso y afrancesado. Luis II, amante de la arquitectura y el lujo, había visitado varias veces el palacio de Versalles y sentía especial predilección por él y por la grandeza de Luis XIV, el Rey Sol. Varios de los castillos que Luis II construyó, tuvieron como inspiración el Palacio de Versalles, principalmente Linderhof y Herrenchiemsee. Luis II encarga el diseño de Linderhof a su arquitecto Georg Dollmann, que comienza a construirlo en 1870 y lo acaba en 1878. El lujo y la ostentación es tal, que supera incluso al Palacio francés. Neuschwanstein y Herrenchiemsee también son obra de Dollmann. Llama mucho la atención porque nada más verlo, uno se da cuenta que es pequeño en comparación con los otros que levantó en Baviera. Si tenéis la idea de ver algo descomunal, os va a desilusionar. Mide alrededor de 30 metros de largo por 28 metros de alto. La fachada principal es puro lujo barroco. Delante de ésta, se alza una gran fuente que, coincidiendo con las horas pares, se pone en funcionamiento elevando el chorro de agua a más de 20 metros de altura. Si queréis verla en funcionamiento, estad atentos porque dura la risa de un loco, es un visto y no visto. Vista la fuente, nos ponemos en la cola correspondiente y a las 12:15h accedemos al hall de entrada del Palacio donde nos da la bienvenida desde el centro una estatua ecuestre del Rey Sol. En un descuido del guía, hago un par de fotos pero me llaman la atención. El ruido del obturador electrónico de la Canon me ha delatado. El interior es de una exuberancia en lujo y riqueza que impresiona: pinturas, telas, tapices, salones deslumbrantes, lámparas de media tonelada, candelabros de oro, fastuosos espejos, porcelanas chinas, ornamentos dorados… Sin palabras te deja la visita. Ver el interior de Linderhof es como pasear por la época de esplendor del Rey Sol. No se visita la totalidad del Palacio, pero sí las habitaciones más importantes. Para no alargarnos mucho, os diremos que:

RkJQdWJsaXNoZXIy MTMxMjYy