Viajes por Europa (IV parte). Alemania y Praga: Un viaje por el Patrimonio de la Humanidad 206 A los pies de los imponentes Alpes, y rodeado de bosques y montañas, Oberammergau, el pequeño y encantador pueblo muy conocido en Baviera y en Alemania, es un lugar que trasciende en una maqueta urbana de diseño arquitectónico típico alemán. La homogeneidad y la belleza de sus edificaciones enseguida llaman la atención. Casi todas comparten el mismo diseño de fondo, pero cada cual tiene un rasgo particular; eso sí, hay uno que las une: las pinturas al fresco que decoran sus fachadas, un tipo de pintura muy característico en la región. La mayoría de las imágenes suelen ser representaciones de oficios populares, escenas religiosas y cuentos infantiles de los Hermanos Grimm. Entrando al pueblo por la Ettalerstrasse, en el número 41 se puede ver lo más parecido a la casa de Hansel y Gretel y en el número 48 una preciosa vivienda con escenas de Caperucita Roja, todo un encanto. Uno de los rasgos característicos de estas pinturas en las fachadas de Oberammergau es el trampantojo o Lüftmalerei, como lo llaman por aquí, una técnica pictórica que pretende engañarnos jugando con perspectivas falsas y distintos efectos ópticos. En esta ciudad se expandió con fuerza en el siglo XVII esta habilidad artística y la fachada de la Pilatushaus es un claro ejemplo de ello. Entrando por sus jardines, las columnas y las escaleras pintadas en su fachada parecen reales, tridimensionales; sólo al aproximarnos a ellas podemos ver la trampa.
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