Alemania y Praga, un viaje por el patrimonio de la humanidad

Viajes por Europa (IV parte). Alemania y Praga: Un viaje por el Patrimonio de la Humanidad 235 Esta encantadora y tranquila ciudad Bávara que se encuentra ubicada a orillas del río Regnitz, nos invita a recorrerla sin prisa, disfrutando de todos los atractivos que alberga su casco histórico. Nos recibe engalanada de los pies a la cabeza ya que durante estos días se celebra la Sandkerwa, un famoso festival de música folk que dura cinco días y que se organiza en torno a la “Pequeña Venecia” de la que más tarde hablaremos. Con sus casas tradicionales, las calles adoquinadas y la majestuosidad de la catedral situada sobre una colina dominando la ciudad, bien se podría decir que parece una villa anclada en la Edad Media. A cada paso nos asombramos del maravilloso ambiente de la ciudad. Como pocos sitios en Alemania, Bamberg ha logrado mantener viva la memoria de aquellos que la hicieron, de aquellos que, con esfuerzo y tesón, forjaron una auténtica deidad para que las futuras generaciones la gozaran. Como muchas ciudades es fiestas, Bamberg contesta en un sinfín de imágenes la magia y la alegría del festivo verano. Testimonio de la memoria ciudadana, esta ciudad de postal se viste con los colores y con los símbolos del estío, de la típica fiesta alemana; Bamberg es un hervidero de gente en busca de la libertad estival y festiva perdida durante el resto del año, es una réplica en color de aquellos pueblos de recuerdo infantil que empezaban a hacer historia cuando el sepia era la única tonalidad en la que se les fotografiaba. Tonos cálidos para sus fachadas, y flores en las ventanas, son la cara visible de este paraje que no tiene parangón en Alemania. Andando sin brújula, llegamos a una de sus joyas: el Altes Rathaus. También llamado Antiguo Ayuntamiento, fue construido en el año 1386 y es uno de los edificios más hermosos de la ciudad y por ende de Alemania. Está construido sobre una isla artificial en medio del Regnitz porque, según la historia, en la Edad Media el príncipe-obispo de Bamberg se negó a conceder un mínimo espacio para la sede gubernamental de los burgueses. Al no ponerse de acuerdo ambas partes, se decidió que el río fuese la frontera. Así los vecinos burgueses crearon la pequeña isla en medio de la corriente del río y pudieron edificar su Ayuntamiento. Aunque la fachada tiene unas impresionantes pinturas barrocas, lo que realmente llama la atención es la ampliación de entramado de madera de 1688 llamada Rottmeisterhaus, una pequeña casita que parece flotar como la proa de un barco sobre el río. Observad detenidamente en el lateral del lado este, el ingenio del artista al pintar un querubín y hacer que la pierna de éste salga del fresco para colgar fuera de la casa. Sobre ésta, y en la parte más alta de la fachada, otra figura sobresale de cuerpo entero ocultando sólo su brazo derecho. Curiosísimo.

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