Viajes por Europa (IV parte). Alemania y Praga: Un viaje por el Patrimonio de la Humanidad 242 Sobre la mesa, modesto, un servilletero de plástico blanco anuncia, con letra típicamente germana, la famosa cerveza ahumada de fabricación local que llevamos en nuestra mochila. Este biergarten de estilo rancio, que se asemeja a los muchos que ya hemos visto por estas tierras, se conserva, tal y como fue concebido, intacto hasta hoy. Las fotografías, diseminadas por puertas, ventanas y columnas, certifican las historias que dan rienda suelta a la memoria. Una en sepia de 1956 atestigua que sólo desapareció un gran cartel publicitario que cubría la parte superior de la fachada. Respetuosa, la modernidad no tuvo el descaro de modificar su interior. Magnífico, estilizado y de una hermosura inigualable, un grifo cuello de ganso es la pieza más fascinante de la barra. Impoluto y brillante, el mutilado animal de bronce dejará fluir la cerveza tantas veces como sea necesario. Pero lejos de beber más cerveza, nos tomamos un delicioso café que nos sabe a gloria. El frescor casi otoñal, mostrado en las rebecas y chaquetas de los transeúntes, nos indica que es hora de regresar a la autocaravana. La dulce música del local acaricia nuestros oídos a través de unos diminutos altavoces Bose. La música nos da el calor necesario para hundirnos aún más en la menuda silla que nos cobija y, así, hacernos los remolones, por que como habréis podido notar, no nos queremos ir, queremos seguir soñando. Bajo la mirada, y veo la taza blanca de café. El dulce aroma que trajo en su origen, se disipó hace tiempo. En la lejanía, un badajo repiquetea con viveza las campanas de una iglesia local. Ya es hora de sumarme a las rebecas y chaquetas, y a los pasos rápidos que caminan las calles de esta preciosa ciudad. Dejo en la mesa un billete y unas monedas que me anuncian el adiós y ojeo por última vez un viejo espejo que ahora devuelve mi oronda figura. Seducidos, dejamos atrás este Keller de Bamberg jurando volver; volver no solo al biergarten, sino a esta antigua ciudad imperial que tiene una vida eterna, una vida maravillosa. Con el mismo billete y en el mismo autobús que vinimos a primera hora de la tarde, retornamos al parking cuando ya es de noche. Cuando llegamos a la autocaravana son ya las 22:00 y la temperatura no pasad de 18º. Cenamos poco y dormimos como si fuese invierno, arropados hasta las cejas.
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