Alemania y Praga, un viaje por el patrimonio de la humanidad

Viajes por Europa (IV parte). Alemania y Praga: Un viaje por el Patrimonio de la Humanidad 58 Como veréis, y como ya os decíamos en el capítulo de ayer, Hameln, el flautista y su leyenda, todo junto o por separado, se halla en todas las calles de la ciudad, incluso los escaparates de muchas tiendas están decorados con motivos del célebre cuento; los roedores campan a sus anchas en forma de peluches, caretas de carnaval, sabrosos panes con las típicas orejas a lo Mickey Mouse o dulces tartas en forma de ratón. Puskas, el gato de nuestros amigos Encarna y José Luis se pondría aquí las botas… Para terminar, creo que, si alguna vez pensamos “vivir del cuento”, Hameln es nuestra ciudad, porque Hameln es llana y sencilla como un cuento infantil. Su discurso no tiene ni grandes relieves ni grandes tamaños. Es una historia cuya moraleja se va colando en el viajero poco a poco, descubriéndose entera y clara en el último punto y aparte, cuando las coquetas edificaciones, las estrechas callejuelas y las encantadoras pastelerías han sido presentados y desvelados ante nuestros ojos. Es también una inmensa página en blanco donde cada uno reinventa su realidad y decora cada uno de los rincones de esta ciudad tan ligada a la leyenda, porque algo tan místico y maravilloso como las historias infantiles sólo ocurren en los pueblos mágicos como Hameln. Este es, en resumen, un lugar donde creer que la realidad es una fantasía o donde creer que la fantasía es una realidad. Un mundo donde lo imperceptible se puede percibir con los sentidos. Ahora pues, es en este lugar donde tienes que abrir tu alma, de otro modo, nunca lo podrías vivir ni sentir como nosotros lo hemos hecho. Al partir de Hameln no puedo evitar que a mi rostro asome una lágrima y una sonrisa mientras rememoro aquellos cuentos infantiles que me leía mi abuelo. Y es que, afortunadamente, uno con 42 años no ha dejado de ser un poco niño, lo cual hoy en día creo que es una virtud.

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