Alemania y Praga, un viaje por el patrimonio de la humanidad

Viajes por Europa (IV parte). Alemania y Praga: Un viaje por el Patrimonio de la Humanidad 83 aunque el jamón no sea de pata negra, ni el queso sea manchego, están bastante buenos y se dejan comer. Valorando su precio, yo diría que están excelentes. La limpieza del local es exquisita. Lo podéis encontrar pasado el río en dirección al Palacio. Acabados los sándwiches, Javi rehúsa comer más pero Inma y yo nos pedimos un postre de chocolate. Mientras éste llega, paso a los baños y compruebo que siguen la estética del resto del local, todo está limpio y ordenado. Estos alemanes cuidan las cosas. El postre está tan peligrosamente bueno que dan ganas de repetir, pero no es bueno comer tanto dulce y menos con nuestros antecedentes familiares. Pedimos la cuenta (21€ incluidas las bebidas y el postre) y nos dirigimos a la parte alta de la ciudad para ver el Palacio imperial. La plata y el cobre de Rammelsberg dieron a Heinrich II el ímpetu para establecer un Palacio Real aquí en el siglo XI. Durante años, Goslar fue la residencia favorita de los reyes y emperadores alemanes hasta 1253. El Palacio Imperial, construido entre 1040 y 1050 durante el reinado de Heinrich III, es un monumento de arquitectura única. En su interior, un sarcófago de piedra guarda en una cápsula de oro el corazón del emperador Heinrich III muerto en 1056. El palacio es visitable previo pago de 3€ por cabeza. Rodeando la mayor parte del Palacio, hay un extenso parque con árboles, hierba y bancos de madera. Un matrimonio de ancianos hace de improvisados actores en uno de ellos.

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