Un verano por francia

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3 Alpes franceses, Landas y más. Julio 2022. Este es el relato de tres semanas de vacaciones en autocaravana (AC) por Francia, empezando por los Alpes franceses y terminando en las playas de Las Landas. Salpicados aquí y allá encontraréis algunos datos prácticos, como sitios de interés o lugares en los que hemos pernoctado y nuestras opiniones sobre los sitios, pero es básicamente un relato bastante pormenorizado de nuestras vacaciones de 2022. Avisados quedáis. Aunque a mí me encantan las montañas, hasta ahora no había estado en los Alpes, salvo una breve incursión por el Tirol en mi juventud, viajando con inter-raíl. Al contrario que yo, mi familia no es muy andarina, y con alguna escapada a los Pirineos ya tenían montañas de sobra. Pero este año, no sé bien por qué razón, al final nos decidimos. Con la promesa de que andaríamos poco y tiraríamos mucho de remontes para subir como domingueros a unos cuantos miradores. Y así empezaron nuestras vacaciones post-pandemia… Día 1. De Madrid a Saint Gaudens. 567 km. Salimos de Madrid el 16 de julio, en medio de la interminable ola de calor que hemos sufrido este verano. De las variadas rutas que tenemos hacia Chamonix, elegimos una que no está entre las recomendadas por Google (que son por Irún o por La Jonquera y Costa Azul), sino que decidimos “tirar por la calle de en medio”, nunca mejor dicho, y cruzar los Pirineos por Huesca, para ver algún pueblecillo de la Francia central de camino, ya que las otras rutas las tenemos más explotadas. Poco que contar, día de carretera y de calor, aunque gracias al aire acondicionado dentro se va bien. Justo pasado el túnel de Bielsa, paramos en un pequeño parking que hay a la derecha, con algunas mesas, para descansar y tomar “el fresco” de la montaña. Poco fresco hace, ni siquiera aquí, a casi 2000 metros de altitud. Pero corre cierta brisilla y se está a gusto, así que decidimos hacernos un café y tomárnoslo en una mesita que hay fuera mirando hacia el valle francés. Ventajas de llevar la casa a cuestas… Continuamos. Hemos elegido pernoctar en Saint Gaudens, que está a una distancia razonable (567 km) y tiene una buena área de ACs. En realidad es un antiguo camping reconvertido, por lo que tenemos nuestra parcela, bien amplia y sombreada, por solo 12€/día.

4 Llegamos temprano, sobre las 5 ó las 6 de la tarde (hemos decidido hacer etapas en las que podamos tener cierto tiempo de descanso, no darnos la paliza), nos instalamos, y miramos si hay algo que ver cerca. También aquí hace calor, no como en Madrid pero casi. El pueblo no vale nada, pero hay una panadería al lado que nos sorprende encontrar abierta la tarde de un sábado, y que, más sorprendente aún, también abre el domingo por la mañana. Compramos una baguette pequeña para la cena, por probarla (aunque para hoy y mañana ya traíamos pan) y decidimos que mañana antes de salir compraremos más pan fresco. Nos sorprende lo buena que está la baguette, y no ha sido cara: sobre 1€, y se nota que lleva centeno y masa madre, sabe a pan “de verdad”. Muy rica. En fin, poco más: relax, cena, lectura y a la cama. Día 2. Saint Gaudens-Conques-Coltines. 362 km. Desayunamos y, mientras cambio aguas, mi mujer va a la panadería. Vuelve con un par de baguettes y una pequeña hogaza de pan con buena pinta. Le pregunto el precio y casi me caigo de espaldas: ¡8€! Las baguettes tienen buen precio, pero le han soplado 6€ por la hogacita. Ya puede estar buena… Hoy tenemos previsto hacer escala en Conques, un pueblo medieval de la Francia profunda, y pernoctar un poco más allá, donde nos venga bien. Conques es un pequeño pueblo metido entre montañas. En estos casos, con carreteras estrechas y pueblos medievales, uno siempre va con cierto recelo sobre dónde aparcar y si se podrá dar la vuelta en caso de no encontrar sitio. Tiramos de park4night y vemos que hay un parking majo abajo del pueblo, junto a un río. Nos gusta, incluso podríamos pernoctar aquí. Pero vemos que también hay un parking en lo alto del pueblo, y nos evitaríamos coger el autobús que han puesto desde este parking del río, así que subimos. Llegamos al parking, de pago, con barrera, pero perfectamente accesible para ACs. Nos aproximamos a la barrera y el guarda nos dice (en francés; yo lo chapurreo y lo entiendo más o menos, aunque no lo practico desde el instituto) que “camping-cars” no, que está prohibido. Extrañado, pregunto por qué, y me dice que por ser el pueblo patrimonio protegido, o algo así. Curioso, cuando el parking está en las afueras del pueblo. Me dice que tenemos que bajar al parking del río y allí coger el bus. De allí venimos… En fin, doy la vuelta, vamos bajando, y al pasar por la entrada al pueblo, en una zona de parking en línea junto a la carretera (de pago), que al subir estaba llena, vemos sitio. El guarda nos ha dicho que tenemos que ir al río, pero aquí hay sitio, y veo una camper grande aparcada. Así que aparco, tras comprobar que no hay ningún letrero que limite el parking solamente a turismos. Voy al parquímetro, pago los 6€ de rigor (independientemente del tiempo que estés), y cuando estoy volviendo con el papelito hacia la AC para colocarlo en el parabrisas, veo al guarda del parking de arriba que ha bajado y está recorriendo la línea de vehículos comprobando que han pagado. Ve la AC, me ve a mí, le veo yo, nos miramos fijamente a los ojos, y pienso que ya la he cagado… Sigo hasta él, y me dice que ahí no, que me ha dicho que en el río. Yo, con cara de desesperación, le enseño el ticket y le digo que “j’ai payé!”. Coño, si no hay ningún letrero que impida aparcar a las ACs, y estoy bien aparcado, y pago mi ticket, ¿qué daño hago? (eso no se lo digo, pero lo pienso). En fin, que me dice (me asombra entenderlo todo, después de décadas sin usar el francés) que bueno, que por esta vez hará como que no me ha visto, pero que los “camping-cars” tienen que aparcar en el río. Sí señor, a sus órdenes señor, no volverá a pasar, señor vigilante anti autocaravanas. En fin, le digo solo “merci beaucoup”, aliviado de no tener que pagar al final los 6€ de aquí más el autobús de abajo, y nos vamos a ver el pueblo.

5 El pueblo es muy chulo. Pequeño, pero muy chulo. Muy medieval, y pintorescamente ubicado entre montañas boscosas. Tiene una oficina de turismo, así que entramos, más por costumbre que por pensar que nos vayan a aportar algo… “Parlez vous espagnol?” (por probar…) Non. “Anglais?” Casi le veo temblar, angustiado… Non. Oficina de turismo solo para franceses, parece. Pues nada, en francés. Conclusión: pasea por el pueblo y entra en la iglesia. Me sobraba la oficina de turismo… Hace calor. Hase musho caló, como en la canción de Kiko Veneno. Parece increíble que estemos casi 1000 km al norte de Madrid, no se nota lo más mínimo. La ola de calor ataca a nivel europeo. Vemos el pueblo, tomamos una caña en una terracita a la sombra (a un precio que me sorprende, prácticamente como en casa) y nos vamos. Ni dos horas hemos estado aparcados, correctamente, sin salirnos de las marcas y previo pago de 6€. ¿Qué problema había…? En fin… Es pronto, así que decidimos hacer unos kilómetros más y buscar sobre la marcha algún sitio de pernocta que pille cerca de nuestra ruta. Hay varias áreas en la zona que consideramos razonable (por distancia), pero al mirar los detalles casi ninguna nos convence (cerca de la carretera y ruidosas, o cosas así). Nos decidimos por la de Coltines, un pequeño pueblo un pelín apartado de la carretera principal, pero solo unos 5 km, con un área rural con buena pinta. Vamos allá. Cuando estamos llegando y salimos de la carretera principal, pronto nos arrepentimos: ¿en serio han hecho un área de ACs en un sitio al que hay que llegar por esta carretera? Somos ateos, pero ahora rezamos para que no venga nadie de frente, porque en la mayor parte del recorrido no pasaríamos. Son solo 5 km, pero se hacen eternos. Afortunadamente, a este pueblo no viene ni Dios. Llegamos al área, pequeña pero muy cuca, con mesitas, árboles y césped, a las afueras del pueblo. Estamos solos. Nos instalamos, sacamos sillas y mesas, y nos relajamos. Estamos en una zona cien por cien rural: granjas, vacas, sembrados… Y ni un alma. Frente al área está el campo de fútbol. Dentro están montando algo. Al rato, por unos altavoces empieza a sonar música. Nos mosqueamos. Damos un paseíto al pueblo, a cien metros del área; a su

6 entrada, un cartel anuncia las fiestas de la cosecha. Oh-oh… ¿vamos a tener fiestorro esta noche? Nos asomamos al campo de fútbol, hay un operario montando algo, y unos bafles por los que sale la música. Pensamos que puede ser un escenario y que esta noche habrá baile. Nosotros queremos dormir, que mañana seguimos hacia Chamonix. La hemos cagado. Pensamos seriamente en largarnos a otro sitio, pero antes decidimos que mejor preguntar, así que vamos a buscar la entrada al campo de fútbol para preguntarle al montador si va a haber cachondeo esta noche. Damos la vuelta al campo buscando la puerta, pero está todo cerrado. Al pasar por el otro lado, hay una serie de chalecitos, en uno hay unos niños jugando fuera (aparte del operario, las únicas personas que hemos visto hasta ahora en el pueblo). No vemos cómo entrar al campo a preguntar, damos la vuelta y hacia nosotros viene una pareja joven con un cochecito de bebé, así que a por ellos: “Pardon, excusez-moi… Parlez vous anglais?”. No. Ni Dios habla inglés en Francia. Ni Dieu, quiero decir. Pues nada, a chapurrear mi francés del instituto: que si hay juerga esta noche. No parecen tener mucha idea, se preguntan entre ellos, “les feux”, le comenta la mujer al marido. Parece que al menos fuegos artificiales habrá, pero a mí me importa la música. De repente, un chico viene corriendo de uno de los chalets de al lado, para ayudar: dice que habla inglés. ¡Y es cierto, lo habla decentemente! Le explicamos que estamos en el área y que estamos preocupados por si hay fiesta esta noche. Nos dice que sí, que hoy hay fiesta, que empieza sobre las 10. Le pregunto cuánto dura… se pone a pensar y dice que una media hora. ¿Sólo? ¡Coño, eso es un notición, como si dura una hora, yo ya esperaba que habría juerga hasta las dos de la mañana! Cómo se nota que esto es Francia, dormir es más importante que festejar. Muchas gracias, majete. ¿De dónde sois? Spain. Ah… “bienvenidos”, chapurrea. Muchas gracias. Un tío muy majete. Mientras nos vamos, empezamos a reflexionar: han hablado de fuegos artificiales, y “el baile” (o lo que nosotros pensábamos que sería baile) solo dura media hora… ¡A ver si no va a haber baile, y lo que dura media hora son los fuegos! Pues así fue. Allí los fuegos se hacen con música de fondo, y eso era lo que estaban probando. A eso de las 10 empezaron a llegar coches, supongo que de los pueblos de alrededor. Nada del otro mundo, no creo que pasaran de 15… Y desde el área de ACs tuvimos entrada de tribuna para ver los fuegos, con la música de fondo. Empezaron sobre las 22:30, y pasados 20 ó 30 minutos, lo que suelen durar estas cosas, terminaron, la gente se fue, y allí ya solo se oían los grillos. Al final, fue una buena elección para dormir. Día 3. De Coltines a Sixt-Fer-à-Cheval. 440 km Habíamos considerado la posibilidad de ver más pueblos en el viaje de ida, pero sobre la marcha hemos decidido que ya habrá tiempo a la vuelta. El objetivo principal es la zona de Chamonix, así que mejor llegar cuanto antes no sea que luego veamos que nos falta tiempo. Así que hoy llegaremos a los Alpes. Consultamos la previsión del tiempo en el área de Chamonix, que aunque sigue haciendo calor, ya se sabe que las montañas tienen su microclima particular, y necesitamos días libres de nubes para disfrutar de la subida a la Aiguille du Midi. Queremos sacar pases de los remontes para dos días (compensa de sobra, cuesta poco más que para un día solo, y da tiempo a ver más cosas), pero para ello necesitamos confirmar que tendremos dos días buenos seguidos. Para mañana anuncian nubes en esa zona, así que decidimos aplazar la llegada a Chamonix y empezar por otro valle cercano que también queríamos visitar: Sixt-Fer-à-Cheval.

7 Pasamos la mañana en la carretera, y poco después de comer los carteles ya empiezan a anunciar Genéve y Suisse. Poco después vemos aparecer el Mont Blanc: de lejos impresiona, y entiendes perfectamente su nombre. Vas por una zona de montaña pero muy normalita, con montes ni muy altos ni muy atractivos, un paisaje verde y arbolado… y de repente, aparece una montaña lejana grande y completamente blanca, resplandeciendo al sol. El contraste de su blancura contra el verde del entorno es increíble. Es el Mont Blanc. Pero hoy no es nuestro destino. Hoy vamos a otro valle unos 40 km al norte de Chamonix, donde al parecer también hay paisajes majos, especialmente el circo de Sixt-Fer-à-Cheval. Y además allí hay un área de ACs pegada a la zona de interés, a la que llegamos, como casi todos los días, sobre las 5 de la tarde. Nos instalamos, sacamos nuestras mesas y sillas (en Francia se puede; y en realidad, si es un área de ACs, ¿por qué no?), y damos un paseo por el pueblo, que está a unos 300 metros. No es gran cosa, pero ya deja entrever algo de la arquitectura alpina, de los chalets de madera con flores en las ventanas y balcones, etc. El entorno la verdad es que nos decepciona un poco para ser los Alpes: hemos visto valles más chulos en los Pirineos. Pero bueno, a ver qué vemos mañana. Día 4. El circo de Sixt-Fer-à-Cheval. Hoy toca ir al circo. Sin payasos, eso sí. Hay un parking unos pocos km carretera arriba, y desde allí toca seguir andando. Llegamos a una barrera, más allá está el parking de pago. Pero justo antes de la barrera hay un gran parking gratuito. Nos apartamos al parking gratuito y consultamos Google Maps a ver si merece la pena pagar, en función de cuántos kilómetros de caminata nos ahorremos. Nos sorprende: nos ahorraríamos apenas 10-15 minutos de andar, no merece la pena. Aparcamos, nos ponemos las botas, cogemos los bastones y las mochilas con los bocatas que hemos preparado para hoy, y en marcha. Nos vamos al circo. Empezamos a andar, y en breve nos alegramos un montón de no haber entrado al parking de pago: no solo no te ahorras casi nada, sino que además hay varios parkings, y las ACs tienen que aparcar en el primero tras la barrera, en el más alejado del destino. Es decir, que pagas y al final casi andas lo mismo. Hemos hecho bien. El camino es prácticamente un paseo, cómodo y muy llano. Está lleno de gente de todo tipo y condición, poca gente atlética y montañera por aquí. En breve llegamos al circo, que no parece realmente un circo, al ser muy grande y abierto, y ser casi la confluencia de dos “semi-circos”. Aquello es prácticamente un parque de recreo: bares, restaurantes, ponys de alquiler, mesas de picnic… El paisaje es mono, pero no para tirar cohetes. Suponemos que habrá que seguir para llegar al verdadero destino. Allí se queda buena parte de la gente, pero otros muchos siguen hacia lo que creemos que es “el verdadero circo”. Allá vamos. Por el camino hay un centro de visitantes y cojo un mapa. Sí, por ese camino parece que vamos hacia la zona de las cascadas (más de cien, creo recordar que menciona el folleto), y además está cerca.

8 Hace calor hoy también. Estamos en la montaña y no es comparable a los 40º de Madrid, pero incluso aquí se superarán los 30º a mediodía. Y esto debe venir de hace tiempo, porque el agua que debería abundar cayendo por todas partes, prácticamente brilla por su ausencia. Las cien cascadas no creo que lleguen a diez hilillos de agua, y quizás estoy exagerando. Es solo el principio de las desoladoras y dramáticas consecuencias del cambio climático que vamos a contemplar clarísimamente a lo largo de este viaje, especialmente cuando lleguemos al Mont Blanc. En fin, llegamos al final del camino (bueno, final no… como en todos los caminos de montaña, si quieres puedes seguir trepando y cruzando valles todo lo que te dé la gana; pero al final del objetivo turístico del día), hacemos las fotos de rigor, y volvemos. Nos ha defraudado un poco este valle. Es bonito, sí, por supuesto, pero la verdad es que esperábamos mucho más. ¿Quizás esperábamos demasiado de los Alpes? Porque hasta ahora, hemos visto sitios igual o hasta más chulos en Pirineos... Nos comemos los bocatas y volvemos. La tarde la pasamos relajadamente en el área, con algún paseíto por el pueblo. Poco más. Mañana terminaremos de ver lo que hay de interés por la zona, y pernoctaremos en Chamonix, que parece que el tiempo mejora. De hecho, hoy, que se supone que iba a estar nuboso, al final ha hecho un día espléndido…

9 Día 5. Cascada, “gorges”, y Chamonix. Hoy, destino Chamonix. Y de camino, las dos cosas que quedan de interés por este valle en el que estamos: la cascada de Rouget y las Gorges (gargantas) des Tines. Subimos a la cascada; se aparca justo en frente, te bajas y la ves. Una cascada. Alta, sí, pero en fin, una cascada corrientita. Foto y a otra cosa. A las gorges. Aparcamos donde indica el camino hacia las gorges. Unos 45 minutos de andar, nos han comentado. Pues a ello. Bajamos, bajamos, bajamos… Al final, poco más que un riachuelo; supongo que en primavera llevará más agua. Nos adentramos en la garganta, un estrecho paso entre rocas. Pues vale. En breve salimos por el otro lado, y ahora a subir lo que hemos bajado. Soso, muy soso. La verdad, porque pilla de paso y apenas pierdes tiempo, pero no merece la pena en absoluto. Nos vamos de la zona de Sixt-Fer-à-Cheval algo decepcionados. Esperábamos bastante más, para ver esto no hacía falta hacer 2000 km. En breve estamos en Chamonix. En park4night hemos visto que hay gente que consigue aparcar gratis, pero debe ser complicado, lo fácil es meterte en alguno de los múltiples parkings de pago. Pero primero damos una vuelta, por probar… Exploramos un poco el pueblo por el centro y vemos que esa zona es imposible; vamos a las afueras, donde vemos que aparca alguna gente, y los pocos sitios donde se puede parar son malos (pegados a la carretera), muy alejados del centro, e incluso así todos llenos. Decidimos ir a un parking de pago, el más céntrico, el de la aguja (Aiguille du Midi). Es caro, 26€/día por un parking corriente sin servicios de ningún tipo, pero ya asumíamos que en Chamonix todo sería caro. También habíamos considerado un camping, pero o están alejados del centro y hay que coger transporte público, o están al otro lado de las vías del tren con un paso subterráneo por donde no pasamos por altura. Así que al parking, que al menos está en pleno centro. Aparcamos y nos vamos a dar una vuelta por Chamonix.

10 El pueblo nos sorprende gratamente. Muy turístico y lleno de gente, y lleno de tiendas y restaurantes, pero, sin poderse decir que es bonito, tiene un extraño atractivo. Y, por supuesto, con el lujazo de tener el Mont Blanc y el glaciar de Bossons justo en frente, menudas vistas… Porque sí, esto ya es otra cosa, nada que ver con Sixt-Fer-à-Cheval, ni el pueblo ni, sobre todo, el paisaje: esto sí que no lo hemos visto en Pirineos. Antes que nada, a la oficina de turismo: queremos informarnos bien sobre los forfaits para los teleféricos y del tiempo para mañana en las montañas. La oficina de turismo es enorme, con mucha gente atendiendo, y aunque también hay muchos visitantes, nos toca enseguida. Como siempre, primero pregunto si habla español, aunque éste es el primer sitio en el que de verdad pienso que hay alguna posibilidad de que me respondan que sí: - Bonjour. Parlez vous espagnol? - ¡Sí, perfectamente! –exclama contenta y sonriente-. Bueno, quiero decir, que perfectamente, que podemos hablar en español, no que lo hable perfectamente. - Sí, sí, también lo hablas perfectamente –le respondo, sonriendo. Luego me doy cuenta, a posteriori, de que en la chapita lleva la banderita española (indicando que habla el idioma) y que su nombre, que no recuerdo, es español. Ella habla con acento argentino, y está claro que francesa nativa no es. Nos informa exhaustivamente (¡qué difícil es que alguien te diga algo de utilidad hoy en día en una oficina de turismo!) de las cosas que hay que ver, de los forfaits, de lo que ella nos recomienda… Y termina preguntándonos de dónde somos, y comentando lo mucho que le gustó Madrid cuando estuvo hace poco, nos cuenta cómo se pasó un día entero en el Reina Sofía, y lo bien que se come… Una chica muy simpática. También nos ha dicho que mañana y pasado anuncian buen tiempo en las alturas, así que decidido: antes que nada, vamos a comprar los pases para dos días para todos los teleféricos, telesillas, trenes y demás, del valle. El Mont Blanc Multipass. Para los cuatro, nos sale por unos 350€. Un buen pico, pero si vienes hasta aquí, es para esto. El resto del día lo dedicamos a comer en una terraza en la que encontramos sitio (porque están todos los bares a tope, de americanos sobre todo, aunque también hay muchos turistas indios; de la India; que hablar de americanos e indios suena al lejano oeste…) y a pasear por Chamonix. Y tempranito, nos vamos a la AC a cenar a eso de las 7 de la tarde (nada más cruzar la frontera cambiamos nuestros horarios de comida a los franceses; y a mí me gustan, lo reconozco), y a la cama a eso de las 9, que mañana nos toca madrugón: tenemos reserva para el primer teleférico que sube a la aguja, a las 6:20. Nos levantaremos a las 4:30, que hay que desayunar, hacer las camas, preparar bocatas, y llegar hasta el teleférico. Queremos ser los primeros en subir, que luego dicen que se pone aquello a reventar de gente, y no es lo mismo. Y ver amanecer en las montañas…

11 Día 6. El Mont Blanc. “4 de la mañana, ya suena la campana…” (si recuerdas a Tequila, joven no eres…) Madrugón, aún es de noche. Curiosamente, nadie se queja: otros días, levantándonos mucho más tarde, mis hijos no paran de rezongar diciendo que es vacaciones y que en vacaciones no se madruga, etc. Pero hoy no: las expectativas son altas, no siempre se sube a un pico a casi 4000 metros… Llegamos al teleférico antes de que abran. Nos rodean decenas de alpinistas con sus equipos; luego nos enteramos de que el teleférico de la aguja les permite hacer el ascenso al Mont Blanc y vuelta en el día, cogiéndolo para la subida y la bajada. Puede parecer tramposo, pero peor es lo nuestro, que vamos de domingueros a hacernos la foto en lo alto sin dar un paso… El ascenso se hace en dos fases: un primer teleférico hasta mitad de altura, y trasbordo a un segundo que te deja en lo alto de la aguja. La verdad es que mirar tu destino desde Chamonix impresiona: parece increíble que vayas a subir hasta la cima de ese picacho, allí en lo alto, colgando de un cable. Más de 3000 metros de subida desde el valle, a un pico más alto que cualquier montaña de España.

12 El primer tramo está bien, pero el segundo es espectacular. En el segundo teleférico tienes la sensación de subir casi en vertical, viendo pasar los glaciares del Mont Blanc a ambos lados, y muy cerca de la roca de la montaña. Realmente, impresiona. Llegamos a la aguja. No parece que estés en lo alto de una montaña, porque en realidad apareces dentro de un complejo que parece una estación del metro. Y, como una estación de metro, llena de túneles y escaleras hacia varios destinos, sin saber muy bien hacia dónde debes ir… Nosotros buscamos el “Pas dans le vide”, una “atracción” en la cual entras en una cabina de vidrio suspendida en el vacío, y que hemos leído que se llena enseguida. Así que la idea es llegar de los primeros para no tener que esperar colas de media hora o más... Finalmente lo encontramos, y, efectivamente, vemos el acceso preparado para largas colas, con su pasillito zigzagueante delimitado por cuerdas. Nosotros hemos llegado los segundos, y en un par de minutos estamos en la cabina de cristal. En fin, una chorrada, la verdad. Pensaba que daría más impresión, o que tendrías hacia abajo una caída en vertical de miles de metros… Pues no, a mí no me impresionó nada, y en realidad estás solo a unas decenas de metros sobre la roca. Que no está mal, pero en fin, una turistada, sin más. Sabiendo lo que es, no esperaría ni cinco minutos de cola, no merece la pena. Y menos teniendo en cuenta el resto… La cima inferior de la aguja vista desde la punta superior

13 Porque el resto SÍ que merece la pena. Una pasada. Una auténtica pasada. Asomarte a esas terrazas, contemplar los Alpes en su inmensidad (porque los Alpes “de verdad” empiezan ahí, detrás del Mont Blanc y de la Aiguille, en dirección hacia Suiza, y no se ven desde abajo), sentir el aire helado, contemplar los glaciares, la nieve, la roca… es una pasada. ¡Incluso se ve el Cervino, y está a 63 km de distancia en línea recta! Y no, por muchas fotos que hagas, no le harán justicia. Pasamos tres horas en lo alto de la aguja, y se pasaron volando. Contemplando montañas, contemplando glaciares, disfrutando del frío y el sol, disfrutando de la inmensidad de la naturaleza salvaje… aunque fuera en plan dominguero asomados a una barandilla sin llegar a pisar la roca.

14 Casi con pena, al final decidimos bajar. Aún nos queda mucho por ver, y solo tenemos pases para dos días, hay que aprovecharlos bien. Siguiente parada, el tren de Montenvers. El mar de hielo. La Mer de Glace. Un río de hielo de 20 kilómetros de longitud que se desliza desde el macizo del Mont Blanc hasta el valle de Chamonix. Bueno, o así era antes de que sufriéramos el cambio climático… Cogemos el tren cremallera, inaugurado en 1909, que nos lleva hasta la Mer de Glace. Se inauguró para llevar a los turistas de principios del siglo XX hasta el hotel que se construyó con vistas al glaciar, donde iba la alta sociedad de la época a disfrutar de las espectaculares vistas del mar de hielo… Mont Blanc

15 Hoy, cuando llegas al destino ves una especie de cauce de río seco. Un cauce rocoso, profundo, lleno de escombros. En algún sitio estará el glaciar, supones, pero no lo ves: solo arena y roca desmenuzada por siglos de erosión bajo el hielo. A principios de siglo, desde la estación de Montenvers (el destino del tren), tenías un paseíto hasta el glaciar. Se ve en las fotos en blanco y negro de la época. Hoy, empiezas por coger un teleférico que te baja varios cientos de metros hacia el cauce rocoso y seco. Luego, te espera un recorrido de 500 escalones más por escaleras metálicas, intentando alcanzar los restos de hielo que puedan quedar al fondo. Porque cuando se hizo el teleférico hace pocas décadas, alcanzaba el borde del hielo. Hoy, tienes que seguir bajando, y bajando, y bajando… Por el camino, vas viendo letreros que marcan el retroceso del glaciar: aquí llegaba en 1980. Bajas, bajas, bajas… Aquí en 1990. Sigues bajando… Aquí en el año 2000… Al final llegas abajo. Arena y rocas. Al fondo, hielo sucio. El frente del glaciar. El frente de lo que debería ser el río de hielo que antes podía verse prácticamente desde Chamonix. Hoy, los restos de ese río de hielo es apenas una lámina de hielo sucio cubierta por los escombros producidos por siglos de erosión del hielo contra los bordes de las montañas, que ahora quedan muy por encima del hielo y caen desmenuzados sobre él, convirtiendo el mar de hielo en un mar de escombros.

16 Excavada en ese frente de hielo sucio, la gruta de hielo. Una atracción turística que se re-excava año a año, porque el frente de hielo no para de retroceder. Junto a la entrada de la de este año, se ven restos de la del año pasado, unos metros más arriba. Cada año hay que bajar más. Cada año hay menos hielo. La cueva es una turistada. Tras los primeros metros de cierta emoción por estar dentro de un glaciar, aunque sea un triste glaciar moribundo, el resto es una chorrada que intenta amenizarse con alguna escultura de hielo aquí y allá. Esperaba más. La visita se completa en pocos minutos, y ahora toca subir los 500 escalones, coger luego el teleférico, y el trenecito de vuelta a Chamonix. Esperaba más del mar de hielo. Mucho más, la verdad. Reconozcámoslo: hoy en día no es bonito. Lo era, ves las fotos antiguas y era una pasada. Ya no. Ahora es un cauce de río seco, que más recuerda a una rambla de Almería que a un glaciar. Pero deberían pasarse por allí todos los negacionistas del cambio climático. Aquel paisaje es una bofetada en toda regla a la Humanidad en su conjunto. Llegamos a Chamonix y aún no es la hora de comer. ¡Hay que ver lo que cunde el día cuando te levantas de madrugada! Habíamos preparado bocatas pensando que nos tocaría comer por ahí mientras estábamos viendo algo, pero se ha dado mejor de lo esperado, así que volvemos a comer a la autocaravana, que sigue en el parking del teleférico de la aguja. Después de comer, la idea es subir a otro teleférico, el de Brévent, situado al otro lado del valle, frente a la aguja y al Mont Blanc, desde donde al parecer hay buenas vistas. Comemos, reposamos un poco, y salimos del parking con la AC para ir al otro teleférico. Por el camino, paramos en un Carrefour a hacer algo de compra. El navegador nos lleva callejeando por el centro de Chamonix, afortunadamente sin consecuencias, hasta alcanzar el teleférico de Brévent en lo alto de unas cuestas por las que tenemos que subir en segunda. Lo malo es que llegamos allí y no vemos dónde aparcar, está todo lleno. Me sonaba haber leído que había un parking, pero no lo vemos. Por otro lado, la verdad es que estamos cansados, la mañana ha sido larga e intensa, y casi nos apetece más ir a algún sitio a pasar la tarde relajadamente. Así que, como no vemos dónde aparcar fácilmente, decidimos tirar hacia donde hemos decidido

17 pernoctar esta noche: el área de autocaravanas de Argentiére, a solo 9 km de Chamonix. No solo es gratuita, sino, sobre todo, mucho más acogedora que estar en un parking en Chamonix. El área de Argentiére tampoco es que sea una maravilla en sí misma, pero sí es muy grande y con unas vistas espléndidas. Es una enorme explanada habilitada como parking mixto para coches y autocaravanas, aunque de forma natural unos se ponen en un extremo, y las otras en el otro. Deben caber cientos de vehículos, y no está lleno ni a la cuarta parte. Eso sí, hay carteles que dicen que está prohibido permanecer en el parking por la noche para dejar trabajar a los quitanieves. Está claro que eso no debe aplicar en pleno julio… Nos instalamos y sacamos nuestras sillas y mesa (ya se sabe, c’est la France…) contemplando el Mont Blanc, allí delante de nosotros, y la aguja, donde estuvimos esta misma mañana. No se cansa uno de verlo. Al lado tenemos los Grand Montets, otras importantes montañas que rondan los 4000 metros, y sabemos que, oculto por las laderas pero prácticamente ahí detrás mismo, está el glaciar de Argentiére. La idea es subir mañana a verlo, el teleférico sale a apenas cien metros de donde estamos aparcados. Pasamos una tarde de relax, cervecita y libro con vistas a las montañas, y cenamos una tabla de embutidos y quesos con un buen vino mientras vemos atardecer en las cumbres. El Mont Blanc se tiñe de rojo y recordamos aquella mítica frase de Heidi: “¡Abuelito, abuelito, las montañas están ardiendo!”. Con nuestras copas de vino en la mano, parece un cierre perfecto para un magnífico día en las montañas.

18 Día 7. Argentiére, glaciares y más montañas Nos levantamos tempranito, a eso de las 7, que hoy también hay que aprovechar los pases, pero como también nos acostamos temprano, estamos descansados. Hoy toca andar un poco, porque para ver el glaciar tenemos que hacer una pequeña ruta a pie desde donde nos deja el teleférico. No es gran cosa, unos 45 minutos, pero nos equipamos con las botas y alguna mochila con agua, que nunca está de más. En el teleférico estamos solos, casi nos parece que lo arrancan para nosotros. De hecho es así, está abierto pero lo dejan parado si no sube nadie, lógicamente. Está claro que el 99% de los turistas se concentran en Chamonix, aunque también hay cosas chulas unos pocos kilómetros más allá. Llegamos a la estación superior del teleférico, solos en medio del monte. Salen varios caminos, todos bien indicados mediante carteles indicadores. Cogemos el que anuncia el “point de vue” del glaciar de Argentiére. Es un camino sencillo, aunque de montaña. Un sendero, en realidad, aunque en su parte final conecta con una pista. Se hace cómodamente, y como estamos ya a cierta altura, sin nada de calor (también hay que tener en cuenta que serán sobre las 9 de la mañana, que andaremos a unos 2000 metros de altura y que vamos en manga corta, así que demasiado…). Mientras avanzamos, vemos helicópteros frecuentes que pasan por el valle donde está el glaciar, por debajo de nosotros. Suben desde Argentiére, y se adentran por el cauce del glaciar hasta sobrevolarlo. Son vuelos turísticos; aquí el patrimonio natural de la zona mueve mucho dinero. La duración de la caminata estaba bien medida: casi a los 45 minutos exactos, tras una curva en el camino, aparece de repente el frente del glaciar, y la temperatura cae drásticamente. Estamos bastante cerca del hielo, y se nota, la temperatura ha debido caer cerca de diez grados de golpe. Hace frío y viento (supongo que motivado justamente por el contraste de temperaturas entre el glaciar y los alrededores).

19 Nos acercamos al impresionante frente del glaciar de Argentiére, plagado de grandes bloques de hielo fragmentados, y hacemos multitud de fotografías. Aquí no son tan visibles como en el mar de hielo los efectos de la subida de las temperaturas, pero también se notan si los buscas: las marcas en las laderas de las montañas que rodean al glaciar muestran, en su erosión, cómo hace años el hielo llegaba bastante más alto. Aunque en este glaciar el retroceso ha sido más en longitud que en altura: antes el frente del glaciar casi llegaba hasta el pueblo de Argentiére; ahora hay que venir a buscarlo aquí arriba. Espoleados por el frío, disfrutamos de las vistas unos cuantos minutos e iniciamos el camino de vuelta. Me queda por dentro cierta desazón por no haber avanzado más, por no seguir andando qué se yo, treinta minutos más, o una hora más, para contemplar toda la extensión del glaciar y no solo su parte frontal… Pero es que nos sentimos presionados por aprovechar las horas que nos quedan de uso de los teleféricos: todavía hay cosas que ver, y muchas más que nos dejaremos. Porque no nos va a dar tiempo a subir ni a la cuarta parte de los sitios posibles… Volvemos al área de autocaravanas, y salimos de vuelta hacia Chamonix, para subir de nuevo al teleférico de Brévent, al que estuvimos a punto de subir ayer. Aunque ayer no lo vimos, hemos confirmado que allí hay un parking en el que entran autocaravanas, así que es cuestión de encontrarlo. En quince minutos estamos en Chamonix, y en cinco más junto al teleférico. Y justo allí, a la vuelta de la esquina, la entrada al parking. Nos da rabia: si lo hubiéramos visto ayer, hoy tendríamos tiempo para hacer alguna otra cosa. Pero en fin, también está bien descansar de vez en cuando… Otro teleférico, este también dividido en dos tramos, como el de la aguja, aunque sube a mucha menos altitud: unos 2500 metros. En realidad, el interés no está en el sitio al que sube, sino en las vistas que hay desde allí: estamos frente a la Aiguille du Midi y el Mont Blanc, al otro lado del valle, con Chamonix abajo, y hay unas bonitas vistas de todo el valle y de toda la cadena montañosa que se eleva tras él: los Alpes.

20 Porque sí, teóricamente esto que pisamos también son Alpes… pero no, “los Alpes de verdad” empiezan claramente, y casi de golpe, justo al otro lado de este valle, justo más allá de Chamonix. De hecho, como también estamos en una cumbre, podemos darnos la vuelta y mirar hacia atrás… y lo que vemos es un paisaje que casi podríamos decir de monte bajo. La alta montaña comienza bruscamente al otro lado del valle, y ya no acaba hasta cruzar toda Suiza. La verdad es que es bastante espectacular. Pasamos un rato largo en el mirador contemplando las vistas y haciendo fotos, y otro rato comiéndonos los bocadillos que hemos llevado, ya que se nos ha hecho la hora de comer. Y finalmente decidimos que ya es hora de volver a bajar. A la derecha, el macizo del Mont Blanc con el glaciar de Bossons, y la Aiguille, entre otros. A la izquierda, los Grand Montets y se adivina el cauce del glaciar de Argentiére. Abajo, Chamonix.

21 Debatimos qué hacer: nos quedan unas pocas horas de forfait, y es difícil aprovecharlas, porque para cualquier sitio al que vayamos hay que considerar que nos dé tiempo a subir, ver lo que haya que ver, y llegar a tiempo para coger el teleférico o telesilla de bajada; y acaban bastante temprano en general (sobre las 18:30 o así). Nuestros objetivos principales para el viaje ya los hemos cubierto, hemos visto los principales sitios de interés que nos habíamos marcado, y la verdad es que tampoco nos apetece pegarnos la paliza de salir corriendo a otro sitio, y verlo corriendo solo por aprovechar los pases hasta el último minuto. Decidimos hacer lo mismo que ayer: volver al área de Argentiére, donde se está muy a gusto, y pasar una tarde de relax. Y así hacemos. Como hay tiempo y hoy no estamos tan cansados como ayer, nos damos también un paseo hasta el pueblo, que aunque nos habían dicho que era mono, la verdad es que es bastante normalito. Lo que debería ser espectacular hace años sería la vista del pueblo con el glaciar descendiendo detrás de él; hoy, debido al ya comentado retroceso del glaciar, solo se ven unos metros del frente del glaciar, allá en lo alto. Aun así, es precioso. Al menos, nuestros hijos han podido verlo; me temo que los suyos ya no podrán contemplar estos paisajes. Argentiére y, muy al fondo, lo poco que hoy día se ve del glaciar, cuya blancura antes llenaba toda esa gran grieta tallada en la montaña.

22 Día 8. Descansando en el lago. Hoy hemos decidido que será un día de relax. No queremos unas vacaciones de ir corriendo a todas partes, también queremos disfrutar un poco del “dolce far niente” de vez en cuando. Así que la idea es pasar el día en unos bonitos lagos que hemos leído que hay en Sallanches, a 30 km de Chamonix, con zona de baño y aguas cristalinas. Porque estaremos en los Alpes, pero sigue haciendo calor. La zona de los lagos está bastante restringida a las autocaravanas: los accesos a los parkings tienen control de gálibo, pero afortunadamente entre los dos lagos hay una explanada donde podemos aparcar sin problema. De hecho, ya hay varios coches y una camper aparcados ahí. Al final hoy sí está ligeramente nublado, y aunque hace una temperatura muy buena, no dan muchas ganas de bañarse. Nos metemos en el agua (no demasiado fría, pero realmente cristalina) hasta las rodillas, y pasamos el día de relax tumbados en la orilla y leyendo. Comemos unas buenas patatas a la riojana, con chorizo (¡había chorizo español en el súper!) y tomamos un cafetito, y tras seguir unas horas más junto al lago, decidimos que ya hemos tenido bastante relax por hoy. Habíamos considerado la posibilidad de pernoctar aquí: en park4night hemos visto que mucha gente lo hace, y no hemos visto ninguna señal que lo prohíba. Pero también leemos algún comentario aislado que habla de prohibición de hacerlo, y lo cierto es que nos mosquea que el acceso a los parkings (gratuitos) tenga limitado el acceso a autocaravanas. Y como ya hemos tenido bastantes lagos por hoy, decidimos que es más seguro marcharnos a dormir a algún área, que afortunadamente en Francia las hay de sobra. Decidimos ir a Saint Gervais les Bains, que está a solo 9 km.

23 Llegamos entre las 5 y las 6, y tras coger sitio en el área, nos vamos a dar un paseo por el pueblo. No tiene nada, pero es bastante agradable, y tiene bastante gente y muchas terracitas. Decidimos sentarnos a tomar algo y nos cuesta encontrar sitio; al final tenemos que hacerlo en la menos atractiva de todas, pero es que está todo a tope. No sé por qué es tan turístico este pueblo, será que tiene varios hoteles y está cerca de Chamonix, debe ser una alternativa algo más barata. Nos gusta el ambiente y vemos sitios atractivos para cenar. Nos apetece probar una galette o una fondue, pero cuando nos decidimos ya es tarde para hacerlo hoy: hay que reservar, y está lleno. ¿Y mañana? Porque mañana la idea es seguir por esta zona… No, mañana es domingo y cierran. Jo. Otra vez será, hoy toca cenar en casa…

24 Día 9. Megève y otros pueblos. Hoy toca explorar pueblecillos de la zona, en un entorno de unos 10 km alrededor de Saint Gervais. Empezamos por Servoz. Allí están las “Gorges de la Diosaz”, pero son de pago, y tras el fiasco de las Gorges des Tines y teniendo en cuenta que ya hemos visitado bastantes desfiladeros en España y que, por lo que vemos por internet, tampoco es que tengan nada especial, decidimos pasar. El pueblo es pequeño y ligeramente mono, pero en un paseo de quince minutos está liquidado. A por el próximo. Vamos a Saint Nicolas de Veroce. Un pueblecillo con una iglesia de interés histórico pero reducido interés estético, desde mi punto de vista. Lo justito. Pero el pueblo está en un bonito valle bastante tranquilo, con otra perspectiva del macizo del Mont Blanc (no tan espectacular como desde el valle de Chamonix, pero bonito), y, sobre todo, con abundancia de chalecitos de estilo alpino, con sus florecillas y sus contraventanas con corazones tallados. Muy pintoresco, muy de Heidi.

25 De aquí nos vamos a Megève. En algún sitio hemos leído que es la Saint Moritz francesa, a ver qué tal. Megève es un pueblo grande, con multitud de barrios nuevos que han crecido a su alrededor, y con bastante tráfico. El casco antiguo es peatonal, y aparcar cerca es imposible. Afortunadamente, encontramos un sitio donde hacerlo a una distancia razonable, a unos 10 minutos andando. Las afueras de Megève son más o menos normales, pero a medida que te vas acercando al centro, la cosa cambia: hay hoteles por doquier, hoteles con bastante encanto, nada de edificios masivos, sino con estilo de palacetes o de chalet alpino, con bonitos jardines y muchas, muchas estrellas en su entrada. No vemos ninguno de cuatro estrellas, ni qué decir de tres… son todos de cinco. En las inmediaciones, coches aparcados, pero prácticamente ningún Renault, ningún Ford, ningún Peugeot… son BMWs descapotables, Porsches, Hummers… Sí, aquí hay dinero, mucho. El casco antiguo de Megève aún tiene cierto encanto, pero sobre todo tiene centenares de tiendas: galerías de arte, joyerías… No busques un todo a cien, no. En las calles, muchas terracitas y mucho ambiente, mucha gente paseando. Sobre todo, familias muy acomodadas de origen indio y árabe, fundamentalmente. Luego, americanos. Bueno, y cuatro españolitos, mezclados entre ellos. Megève nos resulta curioso. Pese a lo que pudiera parecer, es un sitio agradable. Se mezcla el lujo, un urbanismo cuidado y respetuoso con la tradición, y mucho ambiente en sus calles. También hay tiendas que llaman la atención, aunque solo sea para mirar y no tocar: entramos a una galería de arte con esculturas vanguardistas preciosas. En fin, que no nos arrepentimos de haber ido.

26 Tras un tranquilo paseo por el centro, que tampoco es muy grande, nos vamos volviendo. Hoy volveremos a dormir en el área de Saint Gervais, que está cerca y nos resultó bastante agradable. Lástima que tampoco podamos cenar la fondue por ser domingo… Aunque no era el propósito de la foto, creemos haber captado una instantánea de las últimas vacaciones de la reina Isabel II. God Save the Queen…

27 Día 10. Yvoire y Annecy. 160 km. Hoy empezamos a dejar los Alpes. Cuando planificamos el viaje en casa habíamos considerado la posibilidad de entrar algunos días en Suiza, pero al final decidimos que para ver Ginebra y un par de pueblos cerca de la frontera, no merece la pena: los Alpes nos han gustado tanto que decidimos que Suiza merece unas vacaciones dedicadas en breve. Así que nuestro próximo destino es Annecy, una de las principales ciudades de la Alta Saboya, todavía teóricamente en la región de los Alpes, aunque ya algo lejos de las montañas. Por el camino, nos desviaremos a visitar Yvoire, un pueblecillo medieval a orillas del lago Léman. De Saint Gervais a Yvoire son solo 80 km, que se hacen cortos. Por el camino paramos en Bonneville al ver un Lidl (siempre atrae ver un sitio que conoces, aunque luego muchos productos sean diferentes), donde nos sorprende encontrar melones españoles más baratos que en España, donde este año ha sido noticia a comienzos del verano el exagerado precio que tenían las sandías y melones. De Yvoire sabemos poco, pero cuando llegamos descubrimos que debe ser tremendamente turístico, si tenemos en cuenta la cantidad de enormes parkings (de pago) habilitados a la entrada del pueblo. Y, efectivamente, el pueblo está hasta arriba de turistas, y eso que los parkings estaban prácticamente vacíos. No me quiero imaginar cómo se pondrá esto cuando los parkings estén llenos… La verdad es que el pueblo es muy chulo por sí solo, un pueblo medieval muy bien conservado; y si le sumamos su ubicación junto al lago, ya lo tiene todo. Lástima que tenga tantos turistas, pero es lo que hay: también lo somos nosotros.

28 Paseamos por el pueblo y nos sentamos un rato al borde del lago, que casi parece un mar, mientras contemplamos Suiza, en la orilla opuesta. No llegamos a ver Ginebra porque el lago gira a la izquierda y nos la tapa una colina y unos árboles, pero tiene que estar ahí al lado… Lo que sí se ve es Lausanne, en frente a lo lejos… Siguiente destino, Annecy, a otros 80 km. Comemos antes, y llegamos por la tarde tempranito. Tenemos grandes expectativas puestas en Annecy, que parece una ciudad medieval preciosa, por lo que hemos visto al documentarnos para el viaje. Pero sus afueras tienen poco de bonito, la verdad: una ciudad enorme, con un tráfico bastante caótico. Annecy tiene un área de autocaravanas pequeña que al parecer siempre está llena. Pero lógicamente, tenemos que probar. Entre atascos y semáforos, nos parece que tardamos una eternidad en cruzar la ciudad hasta salir junto al lago, en la zona donde está el área. No sé, será el contraste de venir del entorno rural y las montañas, pero este tráfico es insoportable. El área, como era de esperar, está hasta arriba, pero es que además es fea. Así que volvemos hacia donde hemos venido, buscando algún sitio donde aparcar para visitar la ciudad. Ya veremos luego dónde dormimos… Varios semáforos y atascos después, aparcamos en una avenida no demasiado alejada del centro, a unos 10-15 minutos andando. Aunque en Yvoire hacía un día espléndido, aquí está nublado, y hace un bochorno espantoso. Creíamos que en los Alpes habíamos tenido calor, pero ahora vemos que estábamos casi fresquitos. Aquí estamos a unos 35-36º, y debe haber mucha humedad. Es agobiante. Llegamos a la zona antigua. Muy medieval. Muy bonita. Pero a reventar de turistas. Entre la gente y el bochorno, no se disfruta de la ciudad. Foto por aquí, foto por allá, y abrirse paso entre la gente. Agobio. Para comprar unos simples helados toca hacer cola. No estamos disfrutando de Annecy. Recorremos una calle corta y se acaba el centro. Volvemos por la paralela y ya está visto. Sí, hay un trocito en el centro de Annecy muy bonito. Pero ya está. Eso es todo, lo que sale siempre en las fotos. Y lleno de gente. Y calor, mucho calor. Un americano se mete al canal remangándose los pantalones.

29 La gente mira. Parece que baja a coger algo que se ha caído. Lo levanta como un trofeo. La gente aplaude. El americano sale, empapado hasta las ingles, pero supongo que algo más fresquito que el resto… Nos vamos al parque, en parte por acercarnos a ver el lago, y en parte por buscar algo más de fresco a la sombra, aunque el cielo ya está parcialmente cubierto. Nos sentamos en un banco y decidimos qué hacer: no nos ha gustado Annecy. Sí, tiene un par de fotos muy bonitas, pero ya está, y hay demasiada gente, y hace demasiado calor, es todo muy agobiante. Supongo que tener las expectativas altas tampoco ha ayudado, pero el calor y la gente es lo peor. Y el tráfico, y los atascos… Decidimos irnos, esto ya está visto. El caso es que Annecy es chulo… Pena de calor, de atascos… y de turistas

30 Buscamos un área cercana, preferiblemente con cierto atractivo, donde pasar la tarde-noche. A solo 13 km de Annecy hay una de pago junto a un laguito, parece chulo. Allá que vamos. Mientras volvemos a pie hacia donde hemos aparcado, podemos contemplar el caos del tráfico en esta ciudad: una ambulancia con su sirena intenta llegar a alguna parte, pero está encallada en medio de una fila inmensa de vehículos, todos parados. Horrible. Estamos solo a 13 km del área, pero tardamos casi una hora en llegar: primero, atravesar Annecy, que no tiene ni una triste circunvalación, y luego, diversas carreteras en obras que nos obligan a desviarnos dos o tres veces, aparte de algún que otro atasco en la carretera, también por obras. Cuando finalmente llegamos al área, estamos tan cansados (en buena parte por el calorazo que hemos soportado y la hartura de los atascos) que ni siquiera nos acercamos a ver el lago, que está a doscientos metros: nos damos una buena ducha, sacamos nuestras sillas y mesas, y hacemos tiempo leyendo hasta la cena. Pensábamos que estaríamos al menos un día más por Annecy, pero entre el calor y la muchedumbre salimos prácticamente espantados. Debatimos qué hacer: ¿subir hasta Dijon, que parece chulo? Es un rodeo muy grande ¿Aumentar el tiempo previsto para los días de playa, en las Landas? Demasiada playa. Solo tenemos claro que queremos volver a España con escala final en Las Landas, y que pararemos en Saint Emilion y en Burdeos, que son dos sitios por los que hemos pasado varias veces pero no hemos parado nunca. Pero necesitamos algo más por el camino entre los Alpes y el Atlántico. Mirando el mapa, vemos Vichy a una distancia razonable de nuestra ruta. No parece ser un destino especialmente maravilloso, pero sí parece tener cierto encanto, así que decidimos que será nuestra siguiente etapa. Día 11. Día de ruta. Annecy-Noirétable con escala en Pérouges. 230 km. Vamos hacia Vichy “con la mente abierta” y en plan relajado, sin prisas. Seguramente hoy pasaremos la tarde tranquila a las afueras de Vichy y lo visitaremos mañana. La etapa es corta, pero hay que cruzar Lyon, donde es fácil encontrar algún atasco. Acercándonos a Lyon vemos un letrero en la autopista que indica “Pérouges-Cité medieval”. ¿Paramos? No da tiempo a pensarlo, decido coger la salida: paramos. Total, ayer mismo no sabíamos ni a dónde ir, ¿por qué no? La ciudad medieval es peatonal, y está en lo alto de un cerro. Hay que aparcar en un parking de pago situado un poco más abajo. El pueblo es mono en general, con una plaza especialmente bonita. Todo de piedra, con algunas casas con entramado de madera… Muy chulo. Pequeñito y parece prácticamente deshabitado, excepto por algún bar y alguna tiendecilla, pero muy cuidado, muy mono. Tampoco tiene apenas visitantes, al menos hoy, lo cual se agradece. Es posible que en fin de semana la cosa cambie, porque el parking era grande, aunque hoy estaba bastante vacío. Dedicamos más o menos una hora a deambular tranquilamente por el pueblo y comprar una galette de Pérouges, que no se parece en nada a las galettes de Bretaña. Probamos la versión dulce, que no está mal (cualquier cosa con azúcar está buena), pero que perfectamente podríamos haber seguido

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