25 De aquí nos vamos a Megève. En algún sitio hemos leído que es la Saint Moritz francesa, a ver qué tal. Megève es un pueblo grande, con multitud de barrios nuevos que han crecido a su alrededor, y con bastante tráfico. El casco antiguo es peatonal, y aparcar cerca es imposible. Afortunadamente, encontramos un sitio donde hacerlo a una distancia razonable, a unos 10 minutos andando. Las afueras de Megève son más o menos normales, pero a medida que te vas acercando al centro, la cosa cambia: hay hoteles por doquier, hoteles con bastante encanto, nada de edificios masivos, sino con estilo de palacetes o de chalet alpino, con bonitos jardines y muchas, muchas estrellas en su entrada. No vemos ninguno de cuatro estrellas, ni qué decir de tres… son todos de cinco. En las inmediaciones, coches aparcados, pero prácticamente ningún Renault, ningún Ford, ningún Peugeot… son BMWs descapotables, Porsches, Hummers… Sí, aquí hay dinero, mucho. El casco antiguo de Megève aún tiene cierto encanto, pero sobre todo tiene centenares de tiendas: galerías de arte, joyerías… No busques un todo a cien, no. En las calles, muchas terracitas y mucho ambiente, mucha gente paseando. Sobre todo, familias muy acomodadas de origen indio y árabe, fundamentalmente. Luego, americanos. Bueno, y cuatro españolitos, mezclados entre ellos. Megève nos resulta curioso. Pese a lo que pudiera parecer, es un sitio agradable. Se mezcla el lujo, un urbanismo cuidado y respetuoso con la tradición, y mucho ambiente en sus calles. También hay tiendas que llaman la atención, aunque solo sea para mirar y no tocar: entramos a una galería de arte con esculturas vanguardistas preciosas. En fin, que no nos arrepentimos de haber ido.
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