37 Aunque es bastante temprano, decidimos tomarnos la tarde de relax. En Saint Émilion no hay área de ACs, pero hay una muy cercana, a 5 km, en Saint Sulpice de Faylerens, y por los comentarios no tiene mala pinta. Allá vamos. El área es pequeñita pero apañada, a las afueras del pueblo y alejada de la carretera, con grandes parcelas de césped delimitadas, y pegada al cementerio. Pero pegada significa pegada: junto a la valla. Y la valla es un murete de un metro de altura, al que puedes asomarte como apoyado en un balcón, por lo que tenemos unas magníficas vistas del arte funerario de la región: losas y mausoleos a tutiplén. La verdad es que no nos importa lo más mínimo, y hasta tiene su gracia. Además, los muertos suelen ser unos vecinos bastante tranquilos… cementerio Pasamos la tarde en la parcela leyendo, jugando al parchís, tomando una cervecita con unas patatas fritas, dando un paseo por el exiguo pueblo (más muerto que su cementerio), y finalmente dándonos un paseo turístico por el interior del camposanto, que resulta ser lo más entretenido. Nos llama la atención la costumbre de llenar las tumbas con plaquitas de recuerdo por parte de familiares y amigos (en lugar de nuestras típicas coronas) en las que suele representarse alguna afición del finado. Descubrimos que en ese pueblo casi todos los varones practican la caza con entusiasmo; unos pocos, la pesca; y ya una pequeña minoría son músicos, moteros, o tienen otras aficiones no cinegéticas. También, cómo no, varios muertos eran dueños de bodegas, y a otros, sin serlo, les apasionaba ese mundillo del vino y la viña. Las mujeres, en general, son más de lectura o de cultivar plantas, con alguna aficionada a la repostería. Un tour funerario muy instructivo… Día 14. Burdeos… y la playa. 180 km. Creo que fue a las 7 de la mañana: las campanadas del reloj de la iglesia (junto al cementerio) suenan a todo trapo. Ya las habíamos sufrido la tarde anterior sonando cada media hora, pero el ayuntamiento, o el cura, o quien fuese, había tenido el buen gusto de programar el sistema para que se desactivara sobre las 9 de la noche, por lo que habíamos dormido perfectamente. Pero se ve que a las 7 ya es hora de levantarse. El caso es que suenan las siete campanadas, se para, y a los pocos segundos vuelven a sonar. Se para otro breve rato, y vuelven a sonar de nuevo, muchas más que siete. Está claro, no están dando la hora: se están encargando de despertar a todo el pueblo sin permitir que nadie se dé la vuelta y siga El área y sus bonitas vistas
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