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Ya por la tarde fuimos a degustar una croqueta gigante de carne a la que te invitan
con la Ámsterdam-Card. Si lo prefieres, puedes comer arenques, servidos como si fuera un
perrito caliente y acompañados de cebolla cruda cortada en trocitos. Para los que le guste
el pescado crudo, es una “delicatessen”, pero para los que no… En fin, probadlo y cada uno
que juzgue.
No dejeis de pasar por el mercado de las flores (Bloenmenmarkt), ubicado sobre el
canal Singel entre Muntplein y Koningsplein. Es una buena ocasión para comprar el típico
souvenir del zueco repleto de bulbos de tulipanes. No es caro y quedais superbien, pues
luego florecen y se acuerdan de ti. Precioso.
También podeis pasear por el mercado de segunda mano, sueño de coleccionistas:
monedas, ropa, artículos de guerra…
O entrar en un coffe shop o liaporros (jeje). Recordad que aquí no venden alcohol.
Bueno, bueno, bueno, si eres
chico y te entra el apretón
líquido, no te preocupes! La
ciudad ha instalado para ti
curiosos cilindros con forma
de caparazón de caracol y
agujeritos en sus paredes que
te permite evacuar tus aguas
menores sin que te vea nadie.
Ahora que, si eres mujer,
pues no tienes más remedio
que buscarte la vida, para
variar.
En fín, llega la noche y con
ella, el encanto de toda
ciudad. Ámsterdam, por
supuesto, no se queda atrás y
te deja contemplar su cara
más bohemia.
No dudes en pasear por sus
calles y sobretodo sus canales.
Son espejos de luz.
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