Llegamos a Singhisoara y José no viene por el temor a los robos, así que los tres nos dirigimos hacia la ciudad medieval, que es una maravilla; la recorremos a pie, no nos quedamos sin ver ni un solo rinconcito. Está muy mal cuidada pero me encanta, me quedo sin comprar unas acuarelas de una calidad bastante aceptables a una chicas que hablan español -las telenovelas sudamericanas subtituladas hacen maravillas con el idioma- no llevo euros fraccionados, sólo billetes de 50 y eso que lo preparé en España aprovisionándome de billetes de 5, pero los he olvidado en la Ac. Siento no haberlas comprado, mayormente por la vendedora que era simpatiquísima y me ha contado muchas cosas sobre el país. Dormimos en Brasov, en un camping de la era socialista, o sea barracones esparcidos, pero los han restaurado en alegres colores y los servicios los han mejorado; pagamos unos 9 euros. DIA 27 Nos dirigimos hacia el castillo Bram, donde habitó el Conde Drácula. Llueve a cántaros y el paisaje de Transilvania me decepciona. Yo lo había imaginado diferente, la carretera es una verdadera epopeya y la lluvia arrecia de forma increíble (gracias a Dios no nos cogieron las horribles inundaciones de unos días más tarde). Era lo que le faltaba a este pobre país. El pueblecito no es gran cosa, pero está lleno de tiendas de souvenir y compro unas carátulas de madera tallada de Drácula, con afilados dientes, que harán las delicias de mis hijos. El castillo se alza majestuoso entre árboles en una zona escarpada y que parece más tétrico e irreal, por el día lluvioso y la densa niebla, aunque aquí no está enterrado Drácula sino en otro castillo de Brasov donde, al abrir la tumba, se encontraron con el cadáver de un caballo.
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