asfalto que se caía a pedazos y lo suficientemente ancha para cruzarse dos coches. Pero buscando donde pernoctar, vimos una de las puestas de sol más bonitas de nuestra vida en común. Enrique me cogió la mano y fue el momento más mágico del viaje. Dormimos en un aparcamiento de restaurante/gasolinera /club de alterne -gracias a Dios tranquilitos-. Al día siguiente saldremos hacia Hungría. DÍ A 21: Llegada a Subotica, la frontera con Hungría. Cambiamos los dinares que nos quería robar el gasolinero, y pasamos a la bella y dulce Hungría; vamos a Szegen y vemos las estatuas de agradecimiento a los países que colaboraron en la reconstrucción, cuando el río Tisa se desbordó y destruyó la ciudad. Continuamos hacia Kiskunhalas, pueblo célebre por sus encajes -veo obras de arte en manteles y pañitos-. Más tarde, a Budapest, al camping Haller, para descansar y limpiar la autocaravana, el menaje... Empieza a llover a cántaros. DÍ A 22: Contactamos en el camping con dos matrimonios de Valencia que van a una concentración de autocaravanas a Bolonia, y nos piden información; también con otros de Vigo, que anoche, en una gasolinera de la autopista, les forzaron la cerradura (aunque no abrieron la caravana, por llevar la sirga); ¡venían muy asustados! No para de llover. Una mañana aburrida y gris, por culpa de la dichosa lluvia y el frío. Por la tarde, paseos por Budapest.
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