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El camping, una gran cuadrilla para el verano

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APENAS pasan cinco minutos de las once de la noche cuando la música comienza a marcar el ritmo de la fiesta en el patio del bar del camping El Molino, en Mendigorría: Coyote Dax deja su corazón roto en manos del Waka Waka mundialista, que cede el balón a los sones del Papanamericano, animando a levantarse de las sillas a niños y mayores. Sobre todo a aquéllos. "La primera hora y media es para los niños", explica el dj Julio Mayoral Cerrato.

Y esto obliga a versionar, al menos hasta las doce de la noche, alguna canción, como la mítica de Rafaela Carrá: "Para enamorarse bien hay que venir al sur...", aconseja el nuevo estribillo en versión apta para menores. A la voz de la cantante italiana se unen las flamencas de Azúcar Moreno, el impronunciable estribilló del Aserejé de Las Ketchup, la conga a ritmo del Gimme hope, Jo"anna...

Música para caldear el ambiente en una fría noche de sábado de agosto y para preparar a los más jóvenes, dispuestos a disfrutar también de las fiestas de Mendigorría, según explica la encargada del camping, Ana Beriáin. "Como el pueblo está ahora celebrando las fiestas, nos tenemos que dividir un poco...".

Sin divisiones, sino enteros, era como una madre quería que volvieran sus hijos. "¡Volved enteros!", les advirtió cuando pasada la medianoche dejaban el camping, después de unos bailes junto a otro medio centenar de personas, para dirigirse a Mendigorría, a apenas dos kilómetros. Ellos iban a las fiestas del pueblo; la del camping continuaba. Y por mucho rato. "Siempre está bien que haya actividades", opina Ane Egizabal Llata, vecina de Leitza de 38 años, que acudió acompañada de su marido y su hijo y otros familiares. "Sin peligros, al aire libre... El camping es lo mejor para los críos".

Y para ellos hubo globos, luces psicodélicas, una pista delimitada por sillas y mesas metálicas y la voz de la cantante y animadora Janire Echeveste Barrio; más que suficiente para animarse a bailar. "Los más pequeños están encantados de la vida; se te animan a cantar y te siguen enseguida", explica Echeveste.

Pero las fuerzas de los más pequeños comienzan a resentirse hacia las doce y media; como la de la pequeña Harat, de 5 años, que había estado disfrutando mucho con las canciones, como explican su padres, Jorge Iglesias Herrero, de 40 años, y Dola María Díaz. Ambos vecinos de Zarautz han pasado por primera vez este año las vacaciones en el camping de Mendigorría.

Nueve veranos han pasado en El Molino el matrimonio vasco formado por Eugenio Esnaola Escudero, de 58 años, y su esposa María José Araquistáin Gorka. "Estamos muy a gusto, y los hijos también". Y los sobrinos, y el cuñado..., porque llegan a juntarse nueve personas que se entretienen con todas las actividades que organiza el camping.

"Es el mejor ambiente familiar que hay", comparte Beti González Espósito, pamplonesa de 36 años. "Te juntas con mucha gente, todos son amigos". Por eso, ella y su familia llevan 12 años acudiendo al camping. Y los sábados disfrutan del ambiente nocturno con música y karaoke.

Una fiesta que se alarga hasta las tres de la mañana, y que puede llegar a propiciar estampas como la de un hombre de barriga cervecera bailando con un árbol o las coreografías de las amigas Yolanda Rojas Fernández, de Zumaia, y Nerea Hernández Ustáriz, de Rentería, a las que se unió la hija de ésta, Aioa Gutiérrez Hernández, de nueve años.

La cacería del gato

¿Hay vida en el camping de Mendigorría más allá de la discoteca al aire libre? Es una noche fría, el termómetro marca doce grados... Por las calles del camping no parece asomarse un alma y, si no fuera por la música del baile, se impondría un silencio de cementerio. ¿Todo el mundo duerme? No. El matrimonio formado por Jesús Mari Álvarez Ruiz y Bene Moreno Salomé prefiere estar de charla, eso sí, bien resguardados en el porche de su "movil home", que reúne todas las comodidades de una vivienda en 30 m2. Este matrimonio de Andoáin estrenó el camping en mayo y están encantados con el ambiente. "Este camping nos parece más familiar que otros". Tienen vecinos de Tolosa, Zizurkil, Beasain...

Su parcela está situada a dos calles de la famosa "Avenida de Guipúzcoa", donde se concentra una cuadrilla de seis matrimonios veteranos de Mendigorría, con edades de 40 a 70 años . Hacia la una de la mañana, Beni aprovecha para hacerles una visita. "¿Qué andáis?", pregunta sorprendida, al verles indagar en la parte inferior de la "movil home". "El gato, que se ha escapado. Estamos de cacería", responde Maribel Isla Marín.

Media hora después consiguen rescatar a Simba,que luce un espectacular pelaje de color blanco y marrón. El animal está manchado de polvo y telarañas, así que Merche Falque Rey le sienta en su regazo y se pone a cepillarle el pelo. Ya no está el cartel de madera que anunciaba la "Avenida de Guipúzcoa". Lo tenían colgado de un árbol, pero al pudrirse la madera, se cayó.

La animación nunca falta por las noches. "Es un camping alegre, todos nos llevamos bien. Nos sentamos en el porche y hasta nos pegamos unos cantos flamencos con la guitarra. Nos dan las dos o tres de la mañana", cuenta Deri Gómez Martín, que lleva el chándal de la Real Sociedad, como su amigo Iñaki Arrieta, que nos enseña cómo ha convertido el avance de su caravana en una estancia más propia de una casa rural. Construida como un añadido en forma de caseta de madera, puede albergar a 15 personas. Todo se aprovecha a tope, incluyendo el entresuelo. "Mira, funciona de trastero y de bodega". Iñaki coge una ventosa, levanta un módulo del suelo y aparecen varias botellas de vino.

Queda claro que en el camping de Mendigorría hay más "guiputxis" que navarros. De hecho, una de las familias más veteranas es de San Sebastián. El matrimonio formado por Susi Barreiro Comesaña, de 51 años, y Javier Aldabaldetreku Heras, de 56, lleva viniendo al camping desde que se abrió, hace 27 años. Cuando se celebró el 25 aniversario del camping, les regalaron una placa. "Hasta se han hecho funerales", asegura Susi.

Sus hijos se han criado en el camping y siguen ligados a él por la cuadrilla de Mendigorría. "Cuando eran adolescentes, decían que los de Donosti venían a llevarse a las chicas del pueblo, había piques...", cuenta Susi, que está sentada en el bar junto a su marido y otros cinco amigos. El camping ha marcado su vida. "Tenemos recuerdos muy bonitos. Aquí te olvidas de tus problemas y durante el año cargas las pilas para el resto de la semana". Y tanto. Las noches en Mendigorría se estiran mucho más allá de los bailes y la "pachangada"... "Ahora no trasnochamos tanto, pero antes nos tenían que echar del bar..", se ríe.


publicado en: http://www.diariodenavarra.es
 
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