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El turismo español lucha desde hace años contra la estacionalidad, la tendencia viciosa que llena los hoteles en verano y los deja desiertos en temporada baja. El cáncer de la industria. Con la que está cayendo, poner el cartel de completo en un establecimiento turístico en diciembre es un «milagro». Lo dice Manuel Barón, director de Caravanning La Manga, el camping más grande del país. Tiene 1.400 parcelas abiertas en invierno y las llena a partir de diciembre gracias al maná de turistas de invierno de larga estancia. «Suelen venir en octubre y se quedan hasta mayo», dice el empresario, que explica el chollo de unas rebajas de hasta el 50%. Si pernoctan un día pagarían 19,75 euros por parcela, instalaciones, agua y luz. A los que pasan el invierno les sale por 11 euros (330 euros al mes). Un buen trato.
El suyo es uno de los ejemplos felices de este fenómeno que arrancó hace un decenio y que no cede adeptos. Desde la Federación Española de Empresarios de Camping y Caravaning, Óscar Monedero traza el mapa de población de los viajeros del invierno: una franja que recorre la costa desde Valencia hasta Huelva sembrada de 95 establecimientos (70 de ellos en Andalucía). El perfil del refugiado del frío es el siguiente: pareja de alemanes y holandeses jubilados. Esto no significa viejos. Los más jóvenes bajan más al Sur y los de más edad (hasta 80 años) se quedan en Valencia y se ahorran hasta 700 kilómetros. Los empresarios están encantados. Solucionan la papeleta de los meses vacíos (en esa época muchos hoteles tienen que cerrar) y son «gente tranquila y activa. Viajeros experimentados que no dan ningún problema. Una delicia».
publicado en: http://www.larioja.com
El suyo es uno de los ejemplos felices de este fenómeno que arrancó hace un decenio y que no cede adeptos. Desde la Federación Española de Empresarios de Camping y Caravaning, Óscar Monedero traza el mapa de población de los viajeros del invierno: una franja que recorre la costa desde Valencia hasta Huelva sembrada de 95 establecimientos (70 de ellos en Andalucía). El perfil del refugiado del frío es el siguiente: pareja de alemanes y holandeses jubilados. Esto no significa viejos. Los más jóvenes bajan más al Sur y los de más edad (hasta 80 años) se quedan en Valencia y se ahorran hasta 700 kilómetros. Los empresarios están encantados. Solucionan la papeleta de los meses vacíos (en esa época muchos hoteles tienen que cerrar) y son «gente tranquila y activa. Viajeros experimentados que no dan ningún problema. Una delicia».
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