Mónica
timid@
Quisiera compartir con vosotros la ruta que hemos seguido esta Semana Santa ya que hemos venido muy contentos por los lugares tan bonitos que hemos tenido la suerte de conocer. Salimos el sábado por la mañana y después de parar en Alburquerque, Cáceres, para ver su Castillo (muy bonito y con unas vistas preciosas), llegamos a Valencia de Alcántara (también en Cáceres) donde hicimos noche junto al polideportivo con la familia de Mendoza y su hermana. Este pueblo lo visitamos al día siguiente, llamándonos especialmente la atención sus portones y escudos. Proseguimos camino a Marvao, ya en Portugal; esta parada es altamente recomendable por su Castillo, sus blancas calles y su emplazamiento. Después de comer en un área de descanso (con árboles y fuente) junto a la salida del pueblo, en la carretera, visitamos Castelo de Vide (también en Portugal). Precioso, con Castillo y calles floridas coloreadas maravillosamente. Tuvimos la oportunidad de ver un trono de Semana Santa y nos quedamos sorprendidos de lo diferente que resulta respecto a los nuestros. La gente del lugar muy amable también. Tomamos un helado junto a la Iglesia de la Plaza y nos despedimos de nuestros amigos que volvían a sus casas. Nosotros nos quedamos en el pueblo porque había atracciones para las niñas y aprovechamos para comer churros típicos del lugar (buenísimos, con azúcar y canela; la masa esponjosa... mmmmm) Continuamos esa misma tarde-noche hacia Alcántara y hacemos noche a pie de su magnífico puente romano (espectacular, de verdad, una maravillosa vista para despertar por la mañana y cenar contemplando el puente). Cuando nos despertamos, llenamos agua en la fuente que hay junto al puente y visitamos el Monasterio de Alcántara, muy bonito pero falto de restauración. Proseguimos hacia Coria, de la que esperábamos más la verdad, y tras la visita del pueblo y de su Catedral, comenzamos nuestro periplo por las Hurdes. Nuestra intención era conocer la arquitectura típica de esta zona que tantas veces habíamos visto en fotos y no paramos hasta llegar a Riomalo de Arriba, ejemplo supremo de la arquitectura hurdana. Llegamos de noche y aunque el pueblo practicamente está abandonado (de hecho, sólo vimos a una señora en todo el tiempo que estuvimos) no dudamos en quedarnos a dormir en el ensanchamiento de la carretera junto al mismo para despertar contemplando el amanecer en sus tejados, aunque debo reconocer que aquello parecía un pueblo fantasma! Recorrimos el pueblo de noche y de día y realmente merece la pena, qué curioso!! La carretera que lleva al mismo es estrecha, aunque no está en malas condiciones, pero casi no encontramos a nadie por ella. A la mañana siguiente, después de la visita al pueblo, continuamos hacia Hervás. Aparcamos a dos minutos del Centro y paseamos por sus calles durante buena parte de la tarde. Nos gustó mucho del pueblo sus casas con entramados de madera, sus calles blancas y con paredes tejadas (las llamamos así porque estaban forradas de tejas); aprovechamos para comprar Torta de Queso que a mi marido le pirran. A través del Puerto de Honduras (madre mía qué carretera, bonita pero difícil en algunos tramos!!!) pudimos contemplar los cerezos en flor y los bellos pueblos que salpican las mismas, llegando a Ávila por la tarde, donde dormimos a pie de su Magnífica Muralla. Tuvimos la suerte de poder ver toda la procesión del Martes Santo (preciosa!) y pasear por la preciosa ciudad (aunque nos quedamos con las ganas de visitar Museos y Catedral pero estaban todos cerrados hasta pasada la Semana Santa; volveremos!!) Al día siguiente nos encontramos con Fernando, Oliverio y Serrano en la Warner Bros donde pasamos una jornada muy entretenida. Hicimos noche a medio camino y por la mañana del jueves, llegamos a Cuenca. Aparcamos la auto en el parking del Auditorio (donde por 12 euros puedes pasar el día y la noche completos) a cinco minutos de las Casas Colgadas y del Centro del pueblo. Cuenca, qué decir de ella! Una maravilla: su Plaza Mayor, su imponente Catedral (me gustó incluso más por fuera que por dentro), sus preciosas calles, su Semana Santa (qué bonito! Ocho tronos esperando a la Virgen en la Plaza Mayor con el fondo de la Catedral iluminada. Espectacular!); un detalle: la visita de un Convento, junto a la Plaza Mayor, con un precioso Altar dorado. Bueno, de verdad, me enamoré de Cuenca y su morteruelo!!! Qué rico! Comimos ésto y tripas de cordero lechal que estaban de rechupete! Por supuesto, visitamos la Ciudad Encantada y el Nacimiento del Río Cuervo. Recomiendo ambas visitas: la primera por su singularidad y la segunda por el agradable paseo y la merienda o almuerzo que se puede hacer en el valle que se abre camino al Nacimiento. En fin, que nuestro País es como la Caja de Pandora, está lleno de maravillosos lugares y rincones especiales ¡a disfrutar!