Estás utilizando un navegador obsoleto. Puede que este u otros sitios no se muestren correctamente. Debes actualizarlo o utilizar un navegador alternativo.
Igual que le ocurrió a Francisco, Priscila perdió a sus padres a una temprana edad. El Rey Ogaitnas y la Reina Anasor fallecieron víctimas de la gripe medular que asoló medio mundo en la edad medieval y que no hizo discriminación en reyes o lacayos, en potentados o pobres, en moros o cristianos. Todo el mundo conocido padeció con gran crudeza la virulencia de una epidemia que daba miedo tan siquiera pronunciar.
Pero a diferencia del monarca de Ssen, Priscila tenía bien asentado un carácter bondadoso y un juicio equilibrado cuando esto ocurrió. Ella había sido durante su temprana infancia una niña que tan solo tenía que tomar ejemplo de sus padres para diferenciar el bien del mal, ser riguroso o flexible según el juicio presentado y estricto o amable según la ocasión. Y sobre todo el recibir estas enseñanzas con el cariño que le ofrecían sus padres.
Sin embargo, la larga vida que una mente equilibrada ofrece a quien la posee, se vio truncada por esta sombra que era la gripe medular proyectaba sobre medio mundo. Cuando se iniciaba su propagación, nadie podía estar seguro de su futuro. Todo se paralizaba. Mercados, festejos, viajes, audiencias, etc. incluso las guerras se diluían al fallecer masivamente las tropas que se contagiaban rápidamente al convivir codo con codo. Absolutamente todo estaba bajo la sombra de la enfermedad. Solo una diferencia salvaba a parte de la población de estar sentenciados. Los jóvenes menores de 15 años eran inmunes al contagio.
No preguntéis ahora el motivo.
Este trovador lo desconoce.
Los padres de Priscila se involucraron en intentar paliar en lo posible los efectos y lo destrozadas que quedaron numerosas familias, en las que desaparecía el principal sustento los padres. Promovió un tratado con los reinos vecinos llamado Tratado de los infantes de Saneta por la ciudad donde se firmó, para que se construyeran villas enteras de huérfanos, donde se les protegía y amparaba inicialmente, se les instruía en latín y griego, ciencias y filosofía hasta los 15 años y más adelante se les enseñaba un oficio para su bienestar y vida futura.
Anasor visitaba frecuentemente estos nidos de cultura y de fiel vasallaje y era muy querida entre todos los pequeños pobladores de estas villas. Priscila acompañaba siempre a su madre y también era muy querida. Bajaba de su montura y corría por entremedio de las damas y los caballeros de la corte, en compañía de todos los niños y niñas, hasta llegar a las puertas del edificio de la Enseñanza, donde formaban un gran círculo y nombraba de una lista de nombres a los que mayores logros prácticos habían conseguido. El premiado se acercaba a la princesa, recibiendo un diploma, un dulce y un beso. Muchos niños se ruborizaban en este momento y todos reían gratamente. La Reina madre veía desde lejos como su hija era una buena amiga de los que en su día serían sus vasallos, y eso la reconfortaba y tranquilizaba sus pensamientos de futuro. Sobre todo cuando un día tuvo un mareo acompañado de una ligera tos que dejó marcado de pequeñas gotas de sangre el pergamino que estaba rubricando.
Y que con gran dolor comunicó a su marido Ogaitnas el acontecimiento. La enfermedad de la gripe medular era una gran desconocida en aquellos tiempos y que una persona la contrajese era una sentencia de muerte segura. Grandes físicos y magos intentaron prevenir primero los contagios masivos y posteriormente salvar las vidas de quienes se veían afectados por ese mal, pero no consiguieron saber más que el hombre o mujer que la contraían tenían sus días contados, y que por una extraña razón, los niños y jóvenes menores de 15 años eran inmunes a tal contagio. Únicamente la prevención del contacto con las personas diagnosticadas.
Lo que no impidió que un día la peste llamase a las puertas de palacio y que en pocos días muriesen Ogaitnas y Anasor junto con la mayoría de la corte.
Priscila tenía entonces 14 años. Al año siguiente, y estando todos los poderes del reino en orden y concierto, consultados los monarcas de los reinos cercanos y firmantes del tratado de Saneta, y siendo la legítima heredera del trono, se la proclamó Reina de Reinos de todo el Oriente.
Utilizamos cookies para ayudar a personalizar el contenido, adaptar la experiencia, y si estás registrado, a mantenerte conectado.
Al continuar utilizando este sitio, estás dando tu consentimiento a nuestra utilización de cookies.