Viaje por Alsacia y ruta romantica

116 - Dachau y su historia: Estamos en Dachau (se pronuncia Dajau), a 20 km al norte de Munich, aquí se encuentra el primer campo de concentración que crearon los nazis en toda Europa. No fue tan importante y monstruoso como Auschwitz, Buchenwald o Mauthausen pero también cuenta con el dudoso honor de contar por millares las personas que perdieron la vida en él. Al igual que otros muchos campos de concentración diseminados por gran parte de Europa, este se ha conservado para recuerdo de los horrores del fascismo nazi y de la guerra. Levantado sobre los viejos barracones de piedra de una antigua fábrica de pólvora, fue ordenado construir por Heinrich Himmler, por entonces Jefe de la Policía de Munich, muy poco después de que Adolf Hitler asumiese el poder. El 22 de marzo de 1933 se inició la construcción del primer campo de concentración para prisioneros políticos, así lo definió el propio Himmler el día de su inauguración. El 11 abril de este mismo año, las SS se hacían cargo de los primeros presos que ingresaban en Dachau. La capacidad original era, en un principio, para albergar a unas 5.000 personas, pero el incesante goteo de detenciones hizo que en 1937 se ampliase con más barracones para alojar a otros 6.000 más. En 1938 ya era ocupado por más de 20.000 y en la etapa final de su existencia llegó a contar con más de 30.000 presos hacinados. Hasta 1938, el campo albergó presos comunes que habían cumplido ya su condena, disidentes, militantes comunistas, monárquicos, socialdemócratas y unos pocos judíos opositores a la política nacionalsocialista de Hitler, pero muy pronto los gitanos, testigos de Jehová, Sacerdotes Católicos y homosexuales se unieron a la población de presos ya existente. El número de judíos aumentó de forma desmedida cuando, tras la Noche de los Cristales Rotos (Kristallnacht) en la madrugada del 9 al 10 de noviembre de 1938, más de 10.000 hebreos fueron internados en el campo. En ese periodo de tiempo, austriacos, checoslovacos y sobre todo polacos, también fueron recluidos en Dachau. De éstos últimos está la macabra anécdota de cuando ingresaron 80 personas entre los que se encontraban ancianos, jóvenes y sacerdotes católicos. Su fusilamiento era inminente y se les había obligando a colocarse ante sus propios ataúdes. La SS aun no cometía fusilamientos en masa, por lo que el comandante del campo se negó a asumir la responsabilidad de la ejecución. Eso les salvó de morir fusilados (de momento). Tras la ocupación de los Balcanes y el asalto a la U.R.S.S. empezaron a llegar yugoslavos, albaneses, griegos y rusos. Estos últimos, si eran dirigentes políticos eran ejecutados inmediatamente nada más acceder al campo. Hitler había ordenado que fuesen tratados al margen de las Leyes de Ginebra que amparaba a los prisioneros de guerra. Se estima que casi cuatro millones de rusos perdieron la vida en los campos de concentración nazis. Tal era el ingreso constante de detenidos que se llegaron a juntar súbditos de todas las naciones que estaban en guerra con Alemania, incluido algunos republicanos españoles que se refugiaron en Francia en plena Guerra Civil. Cuando el campo fue liberado, los presos alemanes eran una pequeña minoría con respecto al resto de nacionalidades. La vida de los prisioneros era lo que menos valía en el Campo de Concentración de Dachau. Al entrar se perdían todos los derechos como ciudadano y como hombre. Incluso el derecho a la vida. A su llegada eran despojados de todas sus pertenencias y se les espetaba aquello de: «Ya no te llamas Joan Escuer Gomis, ahora eres el número 74.181. Has entrado por la puerta y saldrás por la chimenea convertido en humo». Esto lo cuenta el español Joan Escuer, uno de los supervivientes del Campo, en una entrevista que leí en el periódico El Mundo. A continuación se les rapaba la cabeza, se les depilaba todo el cuerpo y se les duchaba y desinfectaba con agua de zotal rebajada. Seguidamente se les daba el traje a rayas azules y blancas con un número y recibían la primera paliza de bienvenida en su desnudo cuerpo. Los trajes se distinguían unos de otros por un triángulo de tela cosido a la camisa y a la chaqueta y servía para identificar las razones por las que el prisionero estaba en Dachau: rojo para los políticos; verde, los criminales y ladrones; negro, para vagos, lesbianas, prostitutas, maleantes, inadaptados, alcohólicos y drogadictos; rosa, para los homosexuales; púrpura, para los religiosos católicos y testigos de Jehová; una estrella de David roja y amarilla los judíos; marrón, los gitanos y azul, los emigrantes. Además del triángulo en el pecho, a los republicanos españoles que habían luchado contra Franco

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