Viaje por Alsacia y ruta romantica

136 A los pies del castillo, lo que sorprende es su apariencia exterior. El rey ordenó explícitamente que tuviera apariencia de castillo de cuento de hadas, y lo consiguió. El resultado fue tan espectacular que Walt Disney lo tomó como ejemplo para el castillo de la Bella Durmiente del Disneywold de Orlando, y posteriormente fue elegido como símbolo de todos los Disneyland del planeta. A la hora que nos indica el ticket de entrada accedemos al vestíbulo del castillo. No hay colas y la organización es exquisita, muy alemana. Un panel informativo muestra nuestro número, el 440. Recordad, si os retrasáis más de cinco minutos olvidaos de entrar. En el mostrador de entrada nos proporcionan el práctico audio-guía en español que tiene una forma muy alemana de funcionar: según la sala en la que nos encontremos, se activa el aparato en cuestión y nos explica con una claridad meridiana los contenidos de esa habitación, y no de otra. Por muy extraño que os parezca, no se nos dio el caso de estar en la cocina y que nos explicase cómo era la escalera... lo dicho, muy alemán. Ya estamos en el interior del castillo de Neuschwanstein. Una cosa antes de entrar, no está permitido hacer fotos en el interior, lo cual no significa que no se hagan, dicho queda. La fascinación por los relatos tradicionales que el rey leía cuando era niño, llevó a una decoración interior plagada de referencias literarias y fantásticas. Todo esto queda bien plasmado en los impresionantes murales que comienzan en el propio hall de entrada al recinto. Hacen juego con una decoración exquisita y un poco recargada, aunque ilustran a la perfección la extravagancia por la que se conoció a Luís II. Un buen ejemplo de esta grandiosidad es el Salón del Trono, el lugar más impresionante del castillo, con una enorme lámpara que pesa más de 900 kg. Es un espacio dominado por los tonos dorados y lleno de columnas y de imágenes religiosas. Este salón evoca una iglesia bizantina y su diseño se basó en la Aya Sofía de Estambul. Curiosamente, aquí nunca hubo un trono, con la muerte del rey se desestimó su colocación dado el excesivo gasto que ocasionaba su compra ya que se pretendía hacerlo de marfil y oro. Su piso es un mosaico de más de dos millones de piedrecillas que representan la flora y fauna del planeta tierra. El salón de los cantores es también de lo más especial, con sus techos de madera de pino policromada, adornado con candelabros y lámparas gigantescas. La decoración de las paredes está basada en escenificaciones de la leyenda de Parsifal, que pasa por ser una de las obras cumbres de Wagner. El salón es extraordinario, digno de admirar, y terminarlo fue una de las prioridades del rey, ya que de esa forma podía escenificar en él las obras de Ricardo Wagner, que paradójicamente nunca puso un pie en el castillo. Luis II jamás llegó a utilizar este salón, y sólo en 1933 (50 aniversario de la muerte de Wagner) y 1939 se celebraron en él sendos conciertos. Durante estas dos celebraciones el salón resplandecía bajo la luz de más de 600 velas. Hoy en día, y desde 1969, vuelven a tener lugar conciertos en esta sala. Destacar también la alcoba del rey, de estilo gótico, con un extraordinario techo de roble. Se tardó más de cuatro años en terminar los paneles, esculturas y la cama con dosel, tallados en madera (recreaos con la visión de esta cama porque es una autentica maravilla). Magníficos son el sillón de lectura y la estufa de cerámica que calentaba el dormitorio. La mayoría de las pinturas que hay en esta sala representan a Tristán e Isolda (Wagner por todas partes). En esta alcoba le fue comunicado al rey el 12 de junio de 1886 su inhabilitación para reinar, a raíz de un informe médico, que le declaraba loco de remate. Ese mismo día se lo llevaron al palacio de Berg, donde murió 36 horas después. Pero no todo en el castillo quedó al gusto del rey. En el patio interior del castillo, rodeado por hileras de arcadas, se debió haber alzado una iglesia con una monumental torre de casi 100 metros de altura (en una parte del patio está marcado el lugar de su emplazamiento), aunque el proyecto nunca se acometió dada la prematura muerte del monarca. Para resumir: 360 habitaciones, pero sólo 14 están terminadas, no hubo dinero para más. Cada una está decorada como si de una escenografía de ópera de Wagner se tratara. El rey sólo disfrutó de su más deseada obra 170 días, trágicamente, tanto esfuerzo por crear esta belleza no le mereció la pena. A Luis II de Baviera, al que nunca lo esperó ninguna princesa en la torre más alta de Neuschwanstein (siempre hubo sospechas sobre sus preferencias sexuales), lo

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