Viaje por Alsacia y ruta romantica

169 Epílogo Hasta aquí nuestro paseo por Francia y Alemania, un viaje inmerso en pueblecitos y paisajes idílicos, cargado de pequeños disfrutes diarios, sencillos, especiales y mágicos que al relataros pasan por mi mente, como esas imágenes, voces y sensaciones que se añoran de por vida. Al analizarlo, todo llega como en un dulce sueño. El aroma de las callejuelas de Annecy; las flores de la Pequeña Venecia en Colmar; la caminata por las calles de Würzburg y el paseo por el Alte Mainbrücke; el ayuntamiento de Tauberbischofsheim, con el inolvidable salón de plenos. Los recuerdos se mezclan; me veo paseando por los jardines del palacio de Weikersheim y fotografiando el ensoñador rincón del Plönlein de Rothenburg. La deliciosa comida que prepara Inma con tanto esmero, las currywurst de Füssen, la cerveza Bitburger de Lindau, el pan de Nördlingen, las risas con la cajera del Lidl, las miradas durante la puesta de sol de Meersburg. Siento de nuevo el cansancio de los agotadores días de Würzburg, Rothenburg o Dinkelsbühl, que aunque exhausto me sentí complacido. No consigo (y tampoco quiero) sacar de mi cabeza la imagen de aquella mañana en Neuschwanstein poniendo los pies en el fantástico Castillo de la Bella Durmiente. Otear desde sus ventanas los lagos que lo rodean, caminar por sus habitaciones de ensueño, la naturaleza que se desborda a su alrededor, majestuosa; y al fondo, los Alpes, imponentes, maravillosos. Y llegar a Rothenburg, a la ciudad que imaginaba en mis cuentos infantiles, y toparnos con la Marktplatz y con el barrio del Spital impregnado de ese aire medieval que posee toda la ciudad. Los recuerdos desordenados fluyen uno tras otro, a borbotones, como si de una tormenta se tratara; son las vivencias de un viaje fundamentado en los pequeños detalles añorados desde mi infancia y que han sido largamente esperados. Han sido diecinueve días dedicados íntegramente a recorrer callejuelas, visitar iglesias y catedrales, degustar placeres gastronómicos y empaparnos hasta lo más íntimo de un aroma y una atmósfera difícilmente olvidable. Es hora de ir acabando, todo esto ya forma parte del recuerdo, un maravilloso recuerdo del que hemos intentado haceros partícipes. Con este relato sólo he querido dejar constancia de la pasión que me inculcó mi padre por Alemania, un país del que estaba perdidamente enamorado. Espero haberlo conseguido. Para finalizar, queremos dar las gracias a todos aquellos que con sus relatos nos han ayudado a hacer más fácil esta travesía, en especial a Mipla por sus consejos sobre Alemania y a Jose Enrique (Campingsalón) por su maravilloso hilo sobre la Segunda Guerra Mundial. Nuestro recuerdo cariñoso para Juan, Mari, Arantxa, Saray, Jose, María Dolores, Irene, Marta, Mariano, Cristina, Noelia y Alejandro por compartir con nosotros parte de su tiempo durante este inolvidable viaje; también un recuerdo muy especial para nuestros compañeros italianos, de los que nunca más se supo y los cuales nos han “acompañado” por todos y cada uno de los lugares que hemos visitado; ya se los echa de menos, eran como de la familia… No quisiéramos acabar este relato sin agradecer de todo corazón la ayuda que siempre nos prestan Alfonso Varela (Acorveira) y su esposa María desde A Costa da Morte (A Coruña). Gracias por estar siempre ahí cuando se os necesita. Por último, y de modo muy especial, a Pedro y Mari Luz, por los excelentes momentos compartidos durante el pasado año y por la ayuda que nos prestáis siempre que lo necesitamos. Gracias a las dos familias, sin vosotros esto sería muy complicado. Y a todos vosotros, gracias por acompañarnos hasta aquí. Jose Antonio Guerrero

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