Viaje por Alsacia y ruta romantica

28 La visita se puede comenzar en cualquier punto, pero nosotros lo hacemos desde el Pont Perrière, frente al cuarto monumento histórico más visitado de Francia después de la torre Eiffel, el Mont Saint Michel y el castillo de Haut-Koenisbourg, es el Palais de l’Ile (Palacio de la Isla) una antigua prisión y palacio de justicia que se asemeja a la proa de un barco surcando las tranquilas aguas del río Thiou. Este monumento, el más emblemático de Annecy, está en una pequeña isla unida por puentes al resto de la ciudad. La belleza del edificio es masivamente fotografiada por los miles de turistas que a diario visitan este lugar (nosotros no somos la excepción). Si bien es cierto que es el principal reclamo turístico de la ciudad y que es su buque insignia, no lo es menos que ha pasado por múltiples avatares y usos a lo largo de su historia. Entre otros, a finales del siglo XIV fue el gran símbolo del poder del Conde de Ginebra y más tarde, en el XV, del Gran Duque de Saboya. Fue Palacio de Justicia y fábrica de la moneda de Genevois. Ya en el siglo XIX los habitantes de la villa querían deshacerse de él ya que no daba servicio alguno al pueblo, sólo la falta de dinero impidió el derribo de esta curiosa construcción. Para colmo, y ya en pleno siglo XX acabó siendo utilizada por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial para encerrar a los miembros de la Resistencia francesa. En la actualidad, la antigua y siniestra cárcel cuyos barrotes son de un descomunal grosor, es el Museo de la Historia de Annecy, y es visitable todos los días de la semana (excepto el martes) de 10:00h a 18:00h. Pero no se queda a la zaga en belleza su casco antiguo, cuya calle principal, la Rue Ste-Claire, está repleta de construcciones con encanto. Te enamora nada más entrar en ella. La sencilla arquitectura de sus casas de piedra, algunas de ellas soportadas por grandes arcadas que nos llevan al siglo XV, el empedrado de su piso, sus tiendas de alimentación repletas de productos locales (dimos buena cuenta de tres maravillosos bocadillos de queso fundido), sus restaurantes y locales de artesanía local, pero sobre todo, y lo que termina de enamorarnos perdidamente, es el inolvidable aroma a asado de cordero que impregna esta singular calle de este maravilloso rincón francés. Es extraordinario el paseo que nos damos por este decorado de fantasía que es Annecy. Tanto los puentes que cruzan el río Thiou como los paseos que hay a lo largo de éste, están adornados con innumerables macetas de flores (muchas de ellas, geranios) que forman un precioso mosaico multicolor. Los soportales que dan cobijo a las tiendas de recuerdos están decorados con un exquisito gusto y se integran perfectamente en el resto de edificios que los rodean. Es sin duda un lugar que te llega al alma. Es inolvidable, encantador. En la parte alta de la ciudad se encuentra el gran Castillo de Annecy, una fortaleza a la que se accede por una empinada calle que sale de la Rue Ste-Claire (preparaos porque ni el Puy-deDôme tiene esa rampa) y desde la que puede divisarse una bonita vista del pueblo. Actualmente hay en él un museo sobre la vida de la región. Este Castillo, el segundo monumento más visitado por los turistas que venimos a Annecy, fue residencia de los condes de Ginebra, cuartel militar durante más de 300 años y refugio de los pobres en los años 50 del pasado siglo. En 1952 un incendio destruyó parte del castillo y el Ayuntamiento de Annecy lo compró por la simbólica cifra de 1.000 francos. Gracias a esta compra pudo salvarse la edificación ya que, por entonces, estaba

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