Viaje por Alsacia y ruta romantica

50 Finalmente, después de descansar un rato en unos de los bancos que hay entre ambas puertas, volvemos a bajar hacia el Ayuntamiento. Vemos la Iglesia Protestante y la Católica (sólo entramos a la primera y nos decepcionó su simpleza), bodegas de vino con precios para todos los gustos (una botella de 220€ detrás de unos barrotes a la espera de ser liberada), una tienda de productos de la tierra con una barra de pan de casi dos metros de longitud (a 6€ el kilo) y una maravillosa pastelería artesana con los típicos Macarons de Riquewihr (una variedad de los pasteles de Coco que nos cominos en Eguisheim). Aquí la diversidad es mayor, los hay de chocolate, naturales, de naranja, de pistacho, de moca y de Rhum-raisin, esto último confesamos no saber lo que es. Ya que estamos aquí, aprovechamos para comprar pan y Bretzel. En una coqueta galería comercial que hay al lado, entramos a ver más que a comprar pero salimos cargados. Tiene grados la cosa. Compramos cerveza alsaciana para consumo propio. La de los compromisos esperaremos a comprarla antes de partir para España. Ya va siendo hora de irnos. Son las 12:50h y hay que comer. Ribeauvillé ¡¡¡Al fin sale el sol!!! Efectivamente amigos, acaba de salir el sol y nos da una tregua más que merecida, esto hay que celebrarlo. ¿De qué manera? Pues muy sencillo, pegándonos un pedazo de comida que ni en las bodas de Caná. Y es que este tipo de viajes sin sol, no son lo mismo, parece que faltase algo, yo diría que falta alegría. Nos os digo lo que almorzamos para no daros envidia. Imaginaos lo que queráis. Celebrada la boda, tomamos el andandillo y nos vamos a ver el pueblo, pasando antes por la Oficina de Turismo (de las mejores que hemos visto). A todo esto, se me había olvidado decir que la distancia entre Riquewihr y Ribeauvillé se podría hacer andando; menos de cinco kilómetros separan ambos pueblos. Puestos a no mover la autocaravana, hasta yo que soy muy perezoso estaría dispuesto a ello…si mi mujer me obliga con un subfusil de asalto, menudo soy yo para estas cosas. Y otra cosa. Hay dos áreas de Camping-car juntas, elegid la que más os guste. Nosotros elegimos la primera según se sale de la rotonda que hay a la entrada, a unos 300 metros. Abajo os ponemos las coordenadas. Andando, en cinco minutos se llega al pueblo. No son nada del otro mundo, pero para aparcar dos o tres horas es más que suficiente. De todas formas, justo en la misma rotonda (Place du General de Gaulle) hay otro parking donde hay más autocaravanas aparcadas. Como decíamos, en un corto paseo llegamos a la Oficina de Turismo justo a la hora que abren por la tarde, a las 14:00h. Allí nos proporcionan un plano (en inglés) con el circuito recomendado por ellos. Es un pueblo pequeño y nos dicen que en unas dos horas lo vemos con tranquilidad. La Grand Rue es la arteria principal de este pueblo indiscutiblemente turístico. Decir turístico no sé si es malo o bueno, pero lo cierto es que así es. Supongo que se lo habrán buscado ellos teniendo lo que tienen, ¿o nosotros los turistas lo hemos convertido en eso por tener lo que tienen? Esto es como lo de la gallina y el huevo… El caso es que subiendo por la Grand Rue, en dirección a las colinas, se pueden ver las magníficas casas históricas (y no tan históricas) y las fachadas de entramados de madera llenas de flores que la convierten en una de las calles más bonitas que recordamos de este viaje. Por eso vienen los turistas. El aspecto de la calle desde el principio hasta el final es encantador. Es uno de esos lugares que luego recuerdas cuando vuelves a casa y en invierno ves las fotos tranquilamente sentado en el salón tomando un café. Lo añoras. De todas formas esto que os cuento me recuerda a cuando te dicen que una película es buenísima, vas a verla y a ti no te lo parece tanto. Te han dicho que es la Casablanca del siglo XXI y a ti te ha parecido una de Pedro Osinaga. No os hagáis a la idea de lo atractiva que es y así, si no os gusta, no os decepcionaréis tanto y no me lo echaréis en cara.

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