Alemania y Praga, un viaje por el patrimonio de la humanidad

Viajes por Europa (IV parte). Alemania y Praga: Un viaje por el Patrimonio de la Humanidad 11 Introducción Los viajes siempre han sido mi debilidad, tienen un efecto rejuvenecedor y revitalizante, aunque no se note a simple vista. Me llenan de entusiasmo: en el excitado antes, en el ensoñador durante y en el nostálgico después. Son mi vicio, y nunca he sentido rubor en admitirlo. De joven, leía revistas y libros de viajes que mi abuela compraba religiosamente en la librería Garpaje de Aranjuez. Mes a mes, leía las cartas de los intrépidos viajeros soñando que algún día yo también podía hacer y describir con palabras esos fantásticos viajes. Puedo decir treinta años después que aquella lectura ejercía sobre mí una notable fascinación. Me gustaba tanto viajar y escribir, que en mis fantasías infantiles escribía artículos, dirigía periódicos y tocaba con mis manos el Coliseo de Roma, la Torre Eiffel de París o el Mont Saint Michel bretón. Luego, con los años, esa debilidad se convirtió en afición. Y como la vida siempre ha sido generosa conmigo, tuve la oportunidad de viajar a París y subir a la Torre de mis sueños, conocí a los gladiadores romanos del Coliseo romano y pude saborear las galletas del Mont Saint Michel sentado en la terraza de uno de sus restaurantes. A través de la lectura, con el tiempo me di cuenta que la literatura de viaje enriquece los mismos, los eleva a un nivel superior donde no sólo se conecta con los distintos paisajes del trayecto sino también con lo que en ese lugar otras personas vivieron y sintieron antes de nuestra llegada. Por no hablar de las horas previas a la visita en las que la imaginación se ha encargado de dar color a los campos, dibujar los rostros de los lugareños o sentir los olores que esperan a tomar vida a través de la lectura. Leer previamente para guardarnos después los nuevos sentimientos en la maleta camino de nuestro destino, y una vez allí, desdoblarlos y cubrirnos de ellos como si de un impermeable se tratase. Se trataba pues, de convertir el conocimiento adquirido en experiencia y el viaje en vida. Sobre la literatura del viaje de este año, nunca tuve duda alguna: versaría sobre Alemania, esa Alemania que me tiene ensimismado desde que era un niño, esa Alemania que me vio nacer y que me inculcó mi padre como parte de su vida, esa Alemania a la que ya echo de menos porque llevo más de once meses sin hacerle una visita. Esa Alemania, mi Alemania, la vuestra. Y a ella le dedico mi prólogo.

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