Alemania y Praga, un viaje por el patrimonio de la humanidad

Viajes por Europa (IV parte). Alemania y Praga: Un viaje por el Patrimonio de la Humanidad 111 Martes de carnaval El 13 de febrero de 1945, martes de carnaval, estaba a punto de acabarse. A las diez horas y nueve minutos de la noche, las emisoras de radio alemanas interrumpieron sus emisiones por el toque del péndulo que se usaba para anunciar un ataque aéreo. Todo el mundo en Dresden pensó, como tantas otras veces, que se trataba de un ataque más a algún centro industrial del país. Se equivocaron por primera vez. Un reducido número de aviones de la RAF, del tipo Mosquito, irrumpió en el cielo de la ciudad guiado por el nuevo sistema de navegación Loran. Los nueve aeroplanos se dedicaron a marcar con indicadores rojos los límites de la ciudad y a iluminarla con bengalas de magnesio lanzadas en paracaídas. Sin tiempo para respirar, apenas pasados seis minutos, comenzó la lluvia de muerte arrojada por la primera oleada de 245 bombarderos británicos Lancaster. Sólo algunas baterías antiaéreas aisladas intentaron infructuosamente, desde las afueras de Dresden, contener el ataque. El único avión derribado lo fue por la explosión de una de las bombas lanzadas por encima de él. Un cuarto de hora después de iniciado el bombardeo, terminó lo que hubiera sido suficiente para cualquier objetivo militar: miles de casas, hospitales, escuelas y estaciones de tren convertidas en centros de refugiados, quedaron reducidos a escombros; las calles destrozadas e inundadas por la rotura de las tuberías de suministro de agua; postes de teléfonos y de alumbrado público tumbados; edificios desnudos devorados por el fuego; humo, polvo, escombros, y de entre este horror surgía un mar de gritos, lamentos y desolación. Según el testimonio de algunos pilotos, el humo y el fuego se veían desde 150 kilómetros de distancia.

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