Alemania y Praga, un viaje por el patrimonio de la humanidad

Viajes por Europa (IV parte). Alemania y Praga: Un viaje por el Patrimonio de la Humanidad 140 Cuenta una leyenda que por la noche, cuando el Puente Carlos está vacío, las estatuas descienden para, en distendida tertulia, hablar de cuestiones teológicas. Creo que esta leyenda, al igual que otras muchas, no es cierta; es casi imposible creer que el puente esté vacío en algún momento del día. De camino a la parada del tranvía, pasamos por la discoteca más famosa de Praga, la Karlovy Lazne, muy cerca del Puente Carlos y al lado del Moldava. Es inevitable hacer una parada y observar con detenimiento las colas que hay a la entrada, son impresionantes. En una de ellas, una situación un poco jocosa. Un grupo de jóvenes vestidos con trajes negros y una pequeña espadita de plástico en la mano, juegan como si tuviesen diez años. Unos persiguen a otros mientras el resto de la cola les vitorea. Eso denota que en Praga te puedes encontrar con gente de lo más variopinta. El “frikismo” también ha llegado aquí. En la parada también una larga cola de personas aguarda con calma la llegada del tranvía. Aquí nadie mira el reloj, ni vigila al de al lado por si decide hacer aquello de que los últimos serán los primeros. Tras un largo rato, el tranvía asoma por la Smetanovo Nabrezi con sus vagones rojos recién pintados. La gente sube sin nervios, sin prisas. Mientras, la noche ha caído irremediablemente ante nuestros ojos. Al llegar al camping necesito descansar. Praga puede llegar a agotarte, no solo físicamente, y de vez en cuando uno precisa de un espacio cómodo y limpio donde poder reposar las experiencias y escribir las vivencias. Y aunque es más honroso caer en la batalla que en la enfermería, yo prefiero descalzarme, tumbarme y plasmar durante un rato mis experiencias en las hojas de una libreta que empiezan a ser cada vez menos blancas. La ventana abierta me refresca el pensamiento a la vez que el cuerpo. Miro por ella y veo el cielo de Praga. Roberto Olveira, mi profesor de lengua, me dijo hace años que cuando la luna está llena y de color anaranjado es porque las personas que persiguen un sueño lo han conseguido. A mí se me ha cumplido un sueño, mi sueño: ver Praga. Son las 23:00h de un sábado de agosto que será recordado de por vida. Estamos en Praga, la Praga que siempre había soñado.

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