Alemania y Praga, un viaje por el patrimonio de la humanidad

Viajes por Europa (IV parte). Alemania y Praga: Un viaje por el Patrimonio de la Humanidad 145 CAPÍTULO 9 / Domingo 16 de agosto (Praga): 0 Km. Praga Hoy toca madrugar, lo que resulta bastante difícil teniendo en cuenta el palizón de ayer. Si a esto le sumamos que el día va a ser completo en lo que a visitas se refiere, al mar agua. Hoy, como es domingo, aprovechamos para hacer lo que normalmente hacemos en casa los domingos: churros con chocolate. Pero no os asustéis, los churos los sustituimos por bizcochos de soletilla del Mercadona, no es plan de perfumar todo el camping como si esto fuese la Churrería de Veloso en Aranjuez. Compramos los billetes del tranvía en la recepción del camping y nos ponemos en marcha para ir bajando la ingesta hipercalórica matinal. Un día es un día. A las nueve de la mañana, el tranvía 17 con destino al centro de la ciudad llega a la diminuta estación de Trojská. Es domingo y a esa hora va, como nos habían anticipado en la recepción del camping, semivacío. Tres parejas USA, que pasan los cincuenta, graciosos y simpáticos con los que charlamos de todo un poco (ellos en inglés y yo en el mismo idioma que hablaban los indios en las películas del Oeste que tanto le gusta poner a la hora de la siesta a Telemadrid) y dos matrimonios italianos rostros pálidos que, a juzgar por su escaso interés en relacionarse con el resto de pasajeros, la desgana con la que reciben mi ofrecimiento de cederles mi asiento para que vayan juntos y la incompatibilidad de sus ojos cuando se cruzan, auguran un divorcio próximo, yo diría que inminente. En cualquier caso, he de decir que me enriquece mucho la compañía de los americanos, pues además de ser encantadores en el trato, condición que se aprecia mucho en la vida, cuentan cosas interesantes, me dan pistas sobre mis próximos destinos, perdonan los destrozos que hago de su idioma, se esfuerzan por entenderme y escuchan sin interrumpir cuando alguien habla, cualidad que no suele darse entre los españoles a los que nos gusta hablar pero rara vez escuchar cuando conversamos en grupo. El caso es que “charlando”, si a esto se le puede llamar charlar, puntuales llegamos a la parada de Staroměstská, la más cercana a Staré Město si se viaja en esta línea. Una cosita antes de empezar. Para desplazarse de un lado a otro por toda la ciudad, no hay nada mejor que los propios pies de uno mismo, eso sí, teniendo mucha suerte de que os haga una temperatura perfecta de 22 grados como la que nos hace hoy. Ignoro si con treinta y tantos grados será igual de agradable y cómoda. Es sólo un dato trivial antes de comenzar a desgastar un par de zapatos cómodos y empezar a toparse con cientos de rincones.

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