Alemania y Praga, un viaje por el patrimonio de la humanidad

Viajes por Europa (IV parte). Alemania y Praga: Un viaje por el Patrimonio de la Humanidad 164 Hay amaneceres y amaneceres en Praga, sin duda, y hoy es un amanecer de esos que llegan a ser parte inseparable de mi alma. Es uno de esos amaneceres de cielo gris, de los que te sobrecogen cuando estás desprevenido por su belleza y su tristeza. De esos que cuando esté en Aranjuez me harán recordar el olor y el color de Praga. Ese olor que nos atrapó cuando llegamos a esta ciudad, y que ya no nos dejará, hagamos lo que hagamos, y vayamos donde vayamos. Quien no haya estado nunca en Praga no se espera lo que va a encontrar aquí. Pienso que hay tantas Pragas como visitantes se encuentren en ella, y se empiece a descubrir la ciudad por donde se empiece será igual de impresionante y enigmática. A nosotros nos ha marcado de por vida a pesar de nuestra corta experiencia en ella. Será difícil hacer entender a alguien lo que es esta ciudad simplemente con palabras. Mejor será recomendarle hacer una visita con tranquilidad, midiendo los pasos y empapándose de cada rincón de este lugar inolvidable. A las 9:30h, cuando el cielo se empieza a abrir y el sol pica como si fuese a llover, dejamos el Camping Sokol de Praga soñando volver: esta ciudad es un “para siempre”. Hago un inciso en el relato para contaros brevemente una lamentable experiencia que nos ocurre a la salida de Praga. Atravesando el distrito Praga 5 para coger la D5 que nos lleva a Alemania, en la intersección de la Kartouzská con Pizenská, un praguense subido en su Renault Laguna intenta adelantarnos ¡¡¡por la acera!!! La desgracia es que, para no empotrarse contra un semáforo, da un volantazo y nos embiste por la parte trasera derecha metiéndose debajo de nuestro paso de rueda. Al mirar por el retrovisor y ver cómo habíamos quedado ambos, pienso por un instante que se nos han acabado las vacaciones. Ya me veía repatriando la autocaravana en una grúa y nosotros subidos en un avión camino de España. Una vez separados los vehículos, los daños del Renault Laguna son más que considerables y los nuestros inapreciables. Como más de la mitad de la autocaravana es de fibra y plástico, retorna todo a su sitio por arte de magia. Un tornillo más largo que el que trae de fábrica, y el paso de rueda queda como nuevo. Después de ¡¡¡dos horas y media!!! metidos en un furgón policial el energúmeno del Laguna, dos policías locales de Praga, una intérprete español-checo y yo, consigo salir indemne sin que me metan en la cárcel, porque sólo hubiese faltado eso. Rellenar el atestado es una auténtica odisea ya que hay que traducir continuamente lo que decimos los unos y los otros. A todo esto, la autocaravana con Inma y Javi en su interior, está subida en plena acera para no interferir en la normal circulación de tranvías. El Laguna subido en una isleta es todo un espectáculo. Corro un tupidísimo velo para olvidar el incidente y evito contaros lo que ocurre a la vuelta a España porque no merece la pena emplear más tiempo. Sólo una cosa para daros una pista. Los seguros de automóvil, al menos el mío, son un mal necesario para ir de legal por el mundo, pero nada más que por eso. Si buscáis en el diccionario de la RAE la definición de la palabra “abandono” veréis el logotipo del seguro de mi vehículo... Lo dicho, una vergüenza.

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