Alemania y Praga, un viaje por el patrimonio de la humanidad

Viajes por Europa (IV parte). Alemania y Praga: Un viaje por el Patrimonio de la Humanidad 201 los jardines del Palacio. Su interior está decorado de forma oriental, tendencia que estaba muy de moda en aquella época. Uno de los mayores atractivos del Palacio de Linderhof es la “Gruta de Venus”, una gruta artificial de hierro y cemento construida en 1877. Como el Rey tenía auténtica devoción por Richard Wagner, la hizo construir a imagen y semejanza de una de sus famosas óperas, Tannhäuser, de hecho, hacía representar esta obra una y otra vez para su uso y disfrute. Para proteger las escenas y paisajes pintadas en sus paredes, se recubrieron de cera y se le dio un tratamiento anti - humedad. Para que os hagáis a la idea de la magnificencia de la caverna y del coste que suponía para las arcas reales, basta decir que hacían falta siete hornos para calentarla, incluso en verano, ya que su interior es muy frío. Hizo construir una cascada artificial, una máquina de olas y otra para proyectar el arco iris, de esa forma se creaba la ilusión óptica de ir por el mar cuando el caprichoso monarca era transportado en la preciosa barcaza en forma de concha que preside el lago. El súmmum del lujo y del derroche viene dado porque hizo construir una central eléctrica con 24 motores para iluminar toda la gruta. Fue en su día la primera central eléctrica de Baviera y pasó por infinidad de problemas ya que al Rey no le gustaba el tono azul que la empresa Siemens, encargada del proyecto, le daba a su cueva; él quería que fuese más y más azul. Y lo consiguió. Resumiendo: toda una incontinencia monetaria y todo un exceso. La visita guiada a esta gruta se hace en alemán, inglés e italiano, y para acceder a ella es necesario presentar la entrada que hemos sacado para entrar al Palacio. Visto todo esto, abandonamos, no sé si el palacio más bello del mundo, pero si quizás uno de los que encierran más lujo y suntuosidad de todos los que hemos visitado. Antes de dejar Linderhof, hacemos las últimas compras y nos tomamos un tentempié en la cafetería de la recepción. Al fondo, sobre la Casita Real transformada en Palacio que en su día construyera Luis II de Baviera, las nubes anuncian agua. Es hora de marchar.

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