Alemania y Praga, un viaje por el patrimonio de la humanidad

Viajes por Europa (IV parte). Alemania y Praga: Un viaje por el Patrimonio de la Humanidad 56 Hameln (Hamelin) Como de costumbre, nos despertamos muy temprano; apenas empieza a clarear el día y ya estamos en pie. Un buen desayuno nos da las energías suficientes para emprender un provechoso recorrido; y aquí no es difícil encontrar rincones para ello. Una vez cumplido ese trámite de rigor, iniciamos la visita. El armónico y silencioso trotar de infinitos corredores urbanos desplazándose por la orilla del río Weser, constituye la banda sonora con la que arranca el día en Hameln. Casas de cuento de una colosal belleza, y una calma maravillosa en el ambiente, trazan el paisaje central en el que se desarrolla la historia diaria de nuestro paseo por la ciudad del flautista. Sus protagonistas, en contraposición al típico tópico de persona germánica fría y seria, dibujan grandes sonrisas cuando les preguntamos por la ubicación de un lugar concreto o cuando nos cuentan algún detalle importante sobre la ciudad, nos muestran una entrañable amabilidad. Otra cosa es que nosotros los entendamos, pero ellos intentan hacerse entender. Al entrar por la Bäckerstrasse un delicioso olor a estofado de carne se extiende por toda la calle, es ese aroma característico que ya hemos olfateado en otras ciudades alemanas. A medida que nos aproximamos a la Marktkirche, el estofado deja paso a un embriagador aroma a dulces de chocolate y a pastelitos de crema. La pastelería BäckerKonditor (quiero recordar que se llama así) tiene la culpa. Como no somos tacaños a la hora de degustar los productos locales, damos buena cuenta de alguno de ellos. Mis michelines dan fe de las calorías de los dichosos pastelitos. Para todos aquellos que como yo aún llevan un niño dentro, recomiendo hacer la visita a Hameln de la mano de un personaje disfrazado de flautista, el cual, con su traje rojo y morado brillante, sus medias multicolores de bailarina, sus botas amarillas, su capa y su gorra de larga pluma, atrae con el sonido de su flauta a una gran cantidad de niños y menos niños desde la Oficina de Turismo. El paseo por las empedradas calles del casco antiguo, discurre por los lugares donde se desarrolla la historia del cuento. Este recorrido creo recordar que se hace durante los meses de verano. Igual me tiro a una piscina sin agua, pero lo “malo” de esta visita guiada es que los idiomas en el que se explica la historia serán todos menos el español. Si no deseáis ir tras el disfrazado personaje, el punto de partida para visitar la ciudad es la estatua en bronce de “El Flautista de Hamelin” que hay junto al ayuntamiento. Desde aquí, y para guiaros perfectamente por la ciudad, seguid las pequeñas huellas de ratas blancas que hay pintadas en las aceras y en el empedrado de las calles peatonales, os llevarán a todos los puntos de interés del cuento. Uno de esos puntos de interés es el Rattenfängerhaus en la Osterstrasse, uno de los edificios más bellos de la ciudad. Esta majestuosa casa que hoy en día es un restaurante, tiene una antigüedad de más de 400 años.

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