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Lejos de la tranquilidad de Villers la Ville, aquí hay mucho más dinamismo. Son
muchas las personas que caminan de un lado para otro de la ciudad.
Nosotros nos dirigimos directamente a la zona más alta, donde se encuentra la
ciudadela, enclavada en un lugar estratégico, tanto por su altura como por su situación en
medio de dos ríos. Aparte de ella, los tejados negros y la cúpula de su catedral son lo más
representativo de la ciudad.
Las vistas son fantásticas. Puedes pasear por sus inmediaciones, entrar por alguna de
sus grutas y visitar la tienda de un perfumista del lugar donde puedes encontrar fragancias
realmente agradables.
Muy cerca de allí, también en la colina, hay un grandioso hotel al que puedes acceder
para verlo por fuera y oler esas magníficas rosas que inundan su jardín de entrada.
Ummmm! No me extraña que el perfumista trabajara con ellas!
Dinant
Bien, y como se trata de visitas panorámicas, emprendemos de nuevo camino, ahora hacia
Dinant. El último tramo de la carretera, justo a la entrada de la ciudad, se colapsa un
poquito, pero con paciencia y una caña, en un plis está pasado.
Os recomendamos que paseis el puente que cruza el río y aparquéis a mano izquierda,
siguiendo la carretera, pues si os meteis en el casco antiguo, como suele pasar, lo tendréis
bastante más difícil.
Dinant es tal cual la veis en la fotografía. Su carta de presentación es una postal. Su
majestuosa catedral al pie de la fortaleza y como base las aguas del río Mosa la hacen
espectacular.
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