11 de abril. Si, lo intentamos
11 de abril. Si, lo intentamos
Amaneció muy frío (6 bajo cero) y despejado en el campo base, aunque las nubes estaban pegadas a los picos de los alrededores.
Que!!! ¿Lo intentamos? Dicho y hecho: desayuno rápido y Vicky, picapinos y yo para el coche. Y el Kraus, que se me olvida. La Tosti, con las pezuñas heridas se quedó en el campo base. Eso sí, no se debió quedar muy triste porque, como luego nos enteramos, aprovechó nuestro movimiento para meterse en la litera que picapinos había dejado libre y calentita.
En el aparcamiento de Pino Llano nos pusimos los arneses y las polainas y empezamos el recorrido de la senda del Mazobre, que ya os conté. Todas las cimas estaban nubladas saltando las nubes de unas a otras, con el viento del norte, a gran velocidad. A nivel del suelo el viento era flojo. De vez en cuando caían copos de nieve.
El camino estaba parcialmente cubierto de nieve, con pocas pisadas. Cerca del salto de agua nos encontramos a un par de montañeros que bajaban. También traían un perro que se puso a jugar con Kraus.
Nos comentaron que se habían vuelto por la niebla al llegar al collado donde empieza la subida directa a la cima. Tras nuestras preguntas nos recomendaron subir hasta la sima del Anillo y de ahí al collado. Cuando tuvieramos a la vista Valverde de la Sierra, seguir el cordal norte hasta la cima.
Seguimos adelante buscando sus huellas de bajada, con el objeto de encontrar el punto de separación de la senda del Mazobre. Cerca del salto las encontramos y sobre ella empezamos la ascensión. Entre la senda del Mazobre y la sima del anillo hay 2 fuertes rampas separadas por un descansillo, que es donde nos calzamos los crampones.
La nieve no estaba como cuando estuve por esta zona con Marta. Sobre la nieve dura había una capa de 5 a 10 cm de nieve en polvo, absolutamente suelta.
(ahora que me fijo, solo me faltan los cupones)
Llegados a la sima giramos hacia el sur, siempre siguiendo su huella. La capa de nieve en polvo es, en ocasiones, bastante profunda, hundiéndonos hasta las rodillas. Llegamos a un promontorio donde las huellas se acaban (inconfundibles, huella de 2 personas y un perro). Al collado no habían llegado, ni mucho menos.
Sin embargo, vemos unos hitos que sobresalen de la nieve y por ellos seguimos. Bajo los 10 cm de nieve hay piedra, y tenemos que andar cuidadosamente para que no sufran los tobillos.
Los hitos desaparecen y tenemos esto por delante.
Parece que el camino que nos indica es meternos por el tubo. Confirmo con el gps que es una vía directa y que su final es bastante empinado.
Sin embargo, y siguiendo las recomendaciones de los montañeros, giramos hacia el oeste para cruzar el circo de la cara norte y asomarnos por el collado. Pero las dificultades aumentan. El viento, que en altura es claramente fuerte y del norte, hace remolino en las laderas y nosotros lo sentimos del sur, eso si, arrastrando nieve a mansalva, como si de una ventisca se tratara.
Caminamos lateralmente a la pendiente, tratando de ir ascenciendo poco a poco. La capa de nieve en polvo es cada vez más gruesa y, de vez en cuando, se desplaza y caemos.
Como voy abriendo camino, la mayoría de las veces el que caigo soy yo.
Un ínciso. Siempre he discutido sobre la conveniencia o no de llevar el piolet enganchado al arnés por un cordino o similar. En la foto de abajo podéis ver una de sus utilidades: Según me estaba cayendo he clavado el piolet en la nieve y el cordino me ha sujetado sin necesidad de hacer demasiada fuerza con el brazo. Una vez parado, me ayuda a ponerme vertical sin perder el equilibrio.
A estas alturas empiezo a estar realmente cansado, no físicamente sino psicológicamente. El viento zurrando de lo lindo, nieve cayendo contínuamente, derrumbes del suelo, nieve blanda con el consiguiente esfuerzo.
Picapinos quiere un poco más y nos vamos turnando a la hora de abrir (si somos serios, el que abrió durante toda la subida era el Kraus, pero deja muy poca huella)
Pero no, cuando llevábamos 3 horas, 4,5 Kms, habíamos alcanzado los 1.950 m y lo que teníamos por delante era una inmensa e inconfundible lengua de nieve, nos dimos por vencidos.
Bueno, no creo que fuera esa la sensación. El Espigüete nos había vencido pero había sido un divertido día de alpinismo. ¿O hubieras preferido estar currando como el donald?
Regresamos sobre nuestras huellas hasta donde la ventisca dejó de castigarnos y nos metimos unos choricitos gallegos entre pecho y espalda. Y con el estómago contento regresamos hasta el coche.