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Adios a un un Personaje Curioso

Os mando este articulo, publicado en Ideal porque aparte de conocer al Personaje, de verlo todos los dias, ya llevaba algún tiempo preguntandome donde estaba.............

................. Cuanto menos les habrá llamado la atención. Un alemán de falda escocesa y negra boina que paseaba por toda Granada pidiendo limosna con una sartén. Tan pintoresco personaje, difícil de olvidar, era uno de esos raros seres humanos que a veces nos cruzamos por las calles y cuya dicharachera estampa se nos hace cotidiana de camino al trabajo o de vuelta a casa. ¿Quién era Miguel Warner? No era de los pedigüeños que te 'cansinean' para que les des el suelto, tampoco lloraba en ninguna Iglesia. Se acercaba con la sartén y te miraba sonriendo, ¿quién podía negarse a no echarle alguna moneda?

Trotamundos de la antigua tradición de viajeros románticos que viajan guiados por leyendas de la hermosa España llegó desde Alemania atravesando Francia e Inglaterra y estableciéndose en Andalucía. Conocedor de los idiomas de estas naciones hablaba y escribía en todos ellos. Este nómada apreciaba la lectura, la escritura, el dibujo y viajar a lugares donde muchos sólo soñamos si nos tocase la Euromillonaria.

En seguida supo captar cuando llegó a nuestra tierra, algunas de nuestras más peculiares tradiciones. No perdonaba una siesta. Hacía visitas a sus amigos. Disfrutaba de las procesiones de Semana Santa y de los paseos por las calles de Granada al atardecer. Aunque conservaba abigarrada la disciplina teutona en sus venas. Cuidadoso en sus costumbres, apuntaba en un diario, el dinero que recogía en su sartén, lo que guardaba para la despensa e incluso los gastos de sus desplazamientos en autobuses y trenes de una ciudad a otra.

No se puede trazar su perfil sin recordar lo peculiar que era. Nunca aceptaba ni una moneda si había recaudado más de cinco euros en un día. Raro arte el de pedir limosna, que él cultivaba con sonrisas y no con lágrimas en los ojos.

Miguel Wagner tenía la extraña facilidad de hacer amigos, allá donde viajase, y que estos le tuvieran cariño por su cordialidad. Mantenía correspondencia epistolar con sus vecinos de las cuevas de Sacromonte cuando partía en solitario visitando los pueblos y ciudades de España. Cuando volvía a Granada se carteaba con los amigos que había conocido por toda la geografía española, extraña afición la del sobre y sello en una persona sin dirección postal.

Miguel vivía en Granada, ciudad de la que se había enamorado y en la que había decidido fijar su «residencia oficial». Desde aquí partía en numerosos viajes. A través de diarios y cartas que he tenido la oportunidad de leer he conocido las aventuras y desventuras de este trotamundos anotadas de sus viajes por Andalucía y por otras regiones de España. También escribió un inocente y divertido libro sobre anécdotas familiares en Alemania y cientos de cartas.

Uno de esos viajes por Andalucía y una terrible inflamación en los pies lo llevó a descansar en la minera ciudad de Linares. Dormía en el jardín del Hospital 'Ambulatorio' de esta ciudad, mientras se recuperaba de las dolencias que le tuvieron enfermo varios días.

Junto al Centro de Salud instaló sus pocas pertenencias. Enfrente de ese jardín del Hospital, en un privilegiado lugar de paso de las gentes del Hospital y de la Estación de autobuses de esta ciudad jiennense se encuentra la Churrería Parada.

Allí hizo Miguel buena amistad con los dueños de esta churrería (Paco y Paqui) que le compraron unas zapatillas y varias prendas de vestir. Él se lo agradeció a diario visitándolos y preguntándoles por su negocio y por su salud

Los meses fueron pasando, y aunque recuperado de las heridas de sus pies, Miguel Wagner había empezado a disfrutar en esta ciudad del sosiego y la paz en el camino de su vida. Así llamaba a la búsqueda de la felicidad. Él ansiaba volver a su querida Granada para pasar los meses de invierno en su cueva, pero el cariño de estas familias y el afecto que le dispensaba el pueblo de Linares hicieron que su estancia en la ciudad que vio morir a Manolete se prolongase más de lo que él pensara.

Hace poco, Paco, el dueño de la churrería se acercó a la humilde choza de este simpático pedigüeño para invitarle a cenar. La sorpresa fue mayúscula cuando encontró inerte su cuerpo en el suelo. Llamó a una ambulancia, pero nada pudo hacerse.

En el anatómico forense dijeron que iría derechito a una fosa común si no conocían a la familia o de algún pariente que pudiera hacerse cargo de los gastos del entierro. Los dueños de la churrería sabían que su familia era pobre y decidieron ellos hacerse cargo del sepelio.

La familia de la churrería esperó trece días a que se le practicara la autopsia para poder enterrarlo. Un infarto cerebral se lo llevó para siempre. Pusieron por la ciudad esquelas en las que rezaban unas sencillas palabras: el señor Michael Wagner, transeúnte de falda escocesa, 37 años, descanse en paz.

Lo que resta de esta historia puede parecer sorprendente, que raya lo fantástico, o que me he recreado con un final romántico. Pero aunque no lo crean todo lo que sigue es real. La Iglesia, que este matrimonio creía aquel día más solitaria que una tenia, no sólo se llenó, sino que se abarrotó hasta el atrio. El cura sorprendido por tanta muestra de cariño, en estos tiempos de poca fe, hizo una de esas ceremonias en las que es imposible no soltar una lágrima. Al fin y al cabo como dijo el cura, no sin cierta ironía, en este entierro la gente había ido a la Iglesia de corazón. Allí nadie tenía que cumplir compromiso con ningún amigo ni familiar, como es habitual en la mayoría de los sepelios.

Al terminar la ceremonia, el cura le entregó a Paco el dinero que anónimamente los cientos de feligreses le habían entregado al párroco para ayudar a pagar los gastos del entierro. Como el dinero no se podía devolver y Paco no quería aceptarlo, se ofrecieron dieciséis misas por el alma de Miguel, se pagaron treinta años de nicho y sobró dinero para pagar la lápida.

Todo eso, sin contar las cinco coronas de flores y los siete ramos que no cabían en el coche fúnebre. La multitudinaria procesión de gente que los acompañó al camposanto. El acaudalado caballero que ofreció su propio mausoleo para que lo enterrasen en él. El marmolista que no quería cobrar la lápida y que la esculpió en su tiempo libre.

El Sacromonte y toda Granada se ha quedado sin uno de sus hijos más mimados, en Linares lo trataron como si hubiese sido vecino de toda la vida, y eso que sólo estuvo siete meses. No querría imaginarme qué hubiera ocurrido si la muerte le hubiera sorprendido allí. ¿Hubiera sido Granada menos cariñosa? ¿Sabían en Granada la pérdida de tan preciado personaje?

Un saludo desde Graná
 
Pues una pena no haber conocido a tan simpatico personaje, ojala todo el mundo tuviera esa alegria de vivir.

Descanse en paz.
 
Gracias por tu aportación Saltabalates, tu relato me dá mucho que pensar.
 
Lo dire muchas veces, nos es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita, a las pruebas me remito.
Un abrazo.
 
la verdad es que me ha emocionado la historia de esta persona. Leyendo el relato me entritecía por momentos, pero no lo hacia por Miguel Warner, el tuvo la vida que quiso y seguro que la disfrutó como lo que es: un regalo efímero de Dios o de la evolución (tomese según se prefiera); sino por mí mismo.

Seguro que si me hubiese cruzado con él hubiese pensado que solo era un pedigueño pesado más y hubiese desperdiciado la oprtunidad de conocer algo de la sabiduría que con seguridad Miguel, al igual que otras muchas personas, atesoraba.

Con toda seguridad la prisa y los prejuicios me hubiesen privado de observar y absorber su tremenda fuerza vital, esa que le llevaba a saber vivir sin necesitar. Hasta le hubiese mirado mal encarado al extender hacia mi la sarten que la que demandaba algo de ayuda material, "total si era para vino" hubiese pensado, para mi tranquilidad interna, despues de negarle parte de la chatarra que acumulo en mi cartera.

Y es que los años no pasan en balde y poco a poco la experiencia, supuesta fuente de sabiduría, me va llenando de perjuicios y va matando mi adolescenste curiosidad.

Descanse en paz Miguel Warner que decidió, para sonrojo de las elaboradas tecnicas de marketing, dedicarse su vida a sí mismo y a los demás.

Me hubiese gustado asistir a esa misa, para mirar la expresión de la gente en la misma, para tratar de captar que había de extraordinario en Miguel para que las gentes fuesen de corazón a rendirle homenaje. A lo mejor lo extraordinario realmente es que no teníanada de extraordinario, ni pretendía tenerlo, simplemente era un ser humano que pretendía ser humano, y eso en estos días es muy escaso..... menos mal que me queda mi auto y mis amigos campistas.
 
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