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Sólo pasaron unos minutos cuando ya aparecieron los primeros claros en el
horizonte. La gama de colores que aparecieron en el cielo y en las arenas fue
impresionante. Es difícil, para mí, hacer una detallada descripción de cómo los
grises se transformaron en rosas, y luego en azules, suaves al principio y cómo
las arenas pasaron del blanco al naranja, proceso que duró unos treinta
minutos, al cabo de los cuales, nuestro guía se espabiló y nos señaló el camino
de regreso.
La vuelta hacia el Albergue fue más relajada, ya no era la primera vez que
subíamos a un camello, era la segunda, y aunque todas las precauciones eran
pocas, especialmente en la cuestas abajo, llegamos sin novedad y con el
objetivo principal del viaje cumplido.
Le dimos una propina al guía, por lo bien que se portó, es decir, porque no nos
dio la lata en ningún momento, porque no nos pidió nada (los honorarios del
paseo lo tratamos directamente con la recepción), porque en ningún momento
trató de hacerse “amigo” nuestro
Una vez en la auto, nos preparamos un desayuno como Dios manda, con su
pan tostaíto y aceite. Una buena ducha (las instalaciones sin lujos). Pagamos
todo lo que debíamos (300 dh de los camellos y 30 dh por la pernocta) y a las
11 h. de la mañana, por una pista polvorienta y pedregosa, de unos 1500
metros, regresamos a la carretera y tomamos dirección Marrakech.
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