

Cuando desgastamos las zapatillas paramos en el barrio chino a comer. Nos metimos en un
restaurante que olía a china, no a la china de los restaurantes, a la China de verdad,a aquella que
habíamos visitado un año atrás.
Además, tiene un barrio donde la gente toma alguna hierba que deja aroma en toda la ciudad y
donde los manikies de ropa interior son de verdad, y muchas señoras exponen su ropa interior
detrás de un escaparate rojo. Muy curioso.