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Después de disfrutar de esta visita nos marchamos a Concarneau, el
área está situada muy céntrica, en el aparcamiento de la antigua estación
de ferrocarril, es grande y a la entrada está el borne donde puedes vaciar,
cargar y obtener electricidad todo mediante el pago correspondiente.
No deja de llover y aprovechamos para comer y tomar un café
dando tiempo al tiempo para que se lo piense y nos deje ver la ciudadela,
amaina y nos lanzamos a descubrir la isla donde se encuentra el casco
antiguo de la ciudad, un pequeño islote amurallado unido al continente
por un puente.
Entramos en el islote y pasamos a otra época de nuevo la piedra, la
madera y las fachadas pintadas con colores vivos luchando para dar
alegría a un día gris y lluvioso. Se nota que aún no es temporada turística,
la mayoría de los comercios están cerrados, alguna crepería abierta y unos
pocos turistas deambulando por las calles solitarias.
Es una verdadera pena el tiempo, estoy seguro que con Sol la
ciudadela debe ser de cuento de hadas, donde puedes cruzarte en una
esquina con cualquier personaje bretón de la Edad Media dejando volar
un poco la imaginación.
Anochece y nosotros nos vamos para descansar, se agradece el
calor de la calefacción de la autocaravana, ponemos la TV y aunque no
entendemos muy bien el francés (yo ni una palabra, Ana y Sara son mis
interpretes) el mapa del servicio meteorológico no necesita traducción de
ninguna clase, el futuro promete…….
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